CAPÍTULO 9

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Evitaba que me escucharan suspirar alto en la biblioteca. Edward aún no había llegado, y ya se estaba haciendo tarde.

¿Por qué demonios sigo molestándome por esto? No debería importarme.

— Llegó por quien suspiras —. De repente sentí ese susurro cálido en mi oído.

Emití un pequeño chillido dando un salto sobre la silla del susto. Enseguida sentí el "shhh" por parte de los que allí estaban.

— Mierda ¿En qué momento llegaste? —.
Me acomodaba en el asiento.

— Ahora, pero como estabas tan sumida en tus pensamientos sobre mi no lo notaste —. Sonríe, yo ruedo los ojos.

— Llegas tarde —. Le digo mientras le veo sentarse.

— Mi casillero está algo lejos de aquí, y tuve que ir a buscar los libros como pediste —. Me miró con indignación.

Sonreí ante eso. Coloca su mochila sobre la mesa y me vuelve a mirar, esta vez sonriendo.

— Solo te digo que me prestes tus apuntes, porque no tengo ninguno —. Me guiña un ojo, inmediatamente cambio mi expresión a una de irritación.

— Ok...comencemos —. Digo suspirando.

Pasé un buen rato explicándole de algunos temas, para mí sorpresa me atendía sin reclamar. En un momento me sentí algo incómoda con su mirada.

— Oye ¿Qué miras tanto? El ejercicio está aquí —. Señalo mi libro.

— Que linda te ves explicando —. Sonríe, en cambio yo me sonrojo.

¿Qué demonios fue eso?

— ¡Eh! ¡Déjate de boberías y atiende! —. Noté después que me había exaltado un poco, enseguida se oyó el "shhh" de algunos, suspiré.

Sorprendentemente pasamos unas horas estudiando, me había animado que se pusiera serio esta vez, aunque de cierta forma me extrañaba su comportamiento.

Se había hecho algo tarde, y la biblioteca ya estaba casi vacía.

— ¡Por dios, ya me duelen los ojos de ver tantas letras y números! —. Se inclina hacia atrás en su silla estirándose.

— No entiendo, sabes y aprendes rápido, ¿Entonces por qué tus calificaciones son horrendas? —. Pregunto con confusión.

— Simplemente no me interesa el instituto —. Lo dice con total normalidad.

— ¿Qué? ¿Qué hay de tu futuro? ¿Qué piensas hacer? —. Pregunto perpleja.

— Fácil, porque voy a heredar la empresa de mi padre, tengo la vida resuelta —. Hago una mueca ante su arrogancia.

— Mi padre exige que termine el instituto, y estoy harto de decirle que no me interesa, pero él sigue —. Suspira.

— ¡Pues yo estoy de acuerdo con tu padre! Entiendo que el no quiera dejarte solamente su negocio en tus manos, quiere que puedas decidir y hacer lo que más te guste en verdad —. Noto mi  repentina exaltación.

Se gira y me mira fijamente, como evaluándome. Me sentí algo incómoda con eso. Acerca su rostro al mío y sonríe levemente.

— ¿De verdad? ¿Te preocupas por mi así? —. Inclina la cabeza.

— ¡Eh! Estás imaginando cosas —. Digo casi en un susurro avergonzada.

— ¿Y que hay de ti presidenta? ¿Tanta intelectualidad para qué? —. Pregunta en tono curioso.

— Me gusta aprender y estudiar desde pequeña, los libros son mi droga, y el conocimiento mi arma eficaz —. Digo con orgullo.

— Uy, ¿sabes? Existen otras cosas a parte de los libros en las que puedes emplear el tiempo, deberías divertirte más —. Dios mío, está hablando como Brenda.

— Eres un ratón de biblioteca —. Eso último lo dice en tono burlón.

— ¡Oye, odio que me digan así! —. Porque claro, ya me lo han dicho.

— Hey, ya que tú me ayudas a estudiar, yo puedo ayudarte también, a qué te diviertas un poco más —. Susurra eso último cerca de mi oído, me hace temblar.

— ¡Epa! Continuemos —. Escondo mi cabeza en un libro.

— ¡Nah! Yo aquí no hago más nada —. Hace una mueca de angustia.

— Uf está bien, yo también creo que ha sido suficiente —. Me estiro sobre el asiento

— Deberíamos quedar aquí siempre, es tranquilo —. Dije reponiéndome.

— Hum —. Emitió con la misma mueca.

— ¡Podrías alcanzar un lugar en el próximo escalafón! Mejorando esa ortografía claro —. Se me escapa una risita.

— ¿A si? —. Levanta una ceja.

— Confiaré en ti —. Le miro.

— Entonces...estoy en tus manos —. Acerca lentamente su rostro al mío.

Mis ojos no pudieron evitar dirigirse a sus apetecibles labios, que se acercaban peligrosamente a los míos. A pesar de que sus ojos eran oscuros, emanaban un brillo peculiar.

¡Dios mío, tampoco voy a dejar que se robe mi primer beso! A pesar de que ya se robó toda mi dignidad...

— ¡Eh! Bueno más o menos, de como salgas depende de si atendiste o no a lo que te enseño, por lo que tendrás parte de la culpa —. Me eché hacia atrás.

Sin querer con mi codo hago deslizarse un lápiz sobre mi, el cual siguió rodando por mis muslos hasta caer debajo de la mesa.

— Demonios —. Levanto el mantel y visualizo el lápiz bastante lejos de mi alcance.

— Tendré que bajar —. No terminé la frase.

— Descuida, lo hago yo —. Dice mientras se agacha.

En segundos siento algo que me pincha el muslo, cuando elevo el mantel de nuevo, veo a Edward sonriéndome con el lápiz en la mano, y frente a mis piernas...

— Tenga —. Lo extiende.

— Emm, gracias —. Lo tomo sonrojada.

No se movió de allá abajo, y ya me estaba impacientando.

— Oye ¿Por qué no subes? —. Volví a elevar el mantel.

— Tengo trabajo que hacer —. Pone sus manos sobre mis rodillas.

Instintivamente quise apretar mis piernas, pero sus manos me lo impidieron. Agarraban con fuerza mis rodillas.

— Edward...¿Qué demonios estás haciendo? —. Musito.

Le veo sonreír mientras separaba más mis muslos hasta que su cara quedó cerca de mi entrepierna.

— Darle una nueva experiencia, presidenta —. Se relamió los labios.

Lecciones privadas (Lecciones I) [+18]Where stories live. Discover now