CAPÍTULO 13

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Empezaba a sentirme intimidada por tanto lujo, que me dieron deseos de salir corriendo y llegar a mi casa a pie. Pero resulta que alguien me notó antes.

— ¡Oh! ¿La señorita presidenta, verdad? —. Una mujer de uniforme, la cual diría que obviamente es una criada, se acerca a mi, suspiré.

Uy Edward, me las pagarás por esto...

— Si —. Respondí resignada.

— Venga conmigo por favor —. Tenía un tono amable.

Subo con cuidado las escaleritas de la entrada, ella abre la enorme puerta de madera y me lleva dentro.

Enseguida mis ojos se encandilan con tanta sofisticación. Unos hermosos muebles de mármol adornaban el salón principal. Los detalles dorados de cada esquina me daban mareos.

Me podía ver en el suelo perfectamente. Todo estaba sorprendentemente tan limpio e impecable que diría que no pega con Edward para nada, pero bueno, sería el colmo que las criadas le acompañaran al instituto.

Alucinaba viendo hacia arriba la estructura de espiral. Di un salto en el lugar avergonzada al sentir una voz.

— El señorito la atenderá en un momento, ¿desea algo? —. Me toma por sorpresa.

¿Dónde demonios estás malditos Edward? ¿Y yo ahora que hago...?

— Eh...pues, un simple vaso de agua —. Que ordinaria.

— Enseguida —. Hizo una pequeña reverencia y desaparece por uno de aquellos pasillos.

Dios, nunca había tenido tanta atención en mi vida, ¡esto se siente extraño!

Me trajo el vaso y me invitó a sentarme. Mis ojos seguían recorriendo todo.

Los ricos...Como era de esperarse de la familia de Edward...

Me había cansado de negar todas las comodidades que me ofrecía cada criado que me cruzaba, ya estaba incómoda, tensa. Me preguntaba cuando aparecería Edward.

— Si que no mintió al decir que haría algo antes —. Suspiraba viendo mi reloj.

¿Qué estaría haciendo?

De repente se oyeron toques en la puerta, una criada apareció y abrió mostrando a Edward, en pulover y shorts, lo común.

— Señorito, su invitada está aquí —. Se aparta para señalarme.

— Genial, puedes retirarte —. Edward se me acerca.

— ¡Qué tal presidenta! Es increíble verla aquí —. Sonríe.

— ¡Edward! ¿Por qué todos me llaman «señorita presidenta»? ¿Acaso no recuerdas mi nombre? —. Pregunté con perplejidad.

— Ups, me adapté tanto a ello que se lo dije a todos y olvidé como te llamas —. Se ríe, fruncí el ceño.

— Ven, ahora comenzaremos a divertirnos —. Me agarra del brazo y me levanta del asiento.

— ¡Eh! ¡Edward, te dije que estudiaríamos únicamente! —. Intentaba zafarme de su agarre.

— Y yo te dije que nos divertiríamos —. Esboza una sonrisa maliciosa.

Y así, prácticamente me arrastra por el pasillo. En el recorrido me deleito con algunos adornos antiguos. De repente Edward se detuvo frente a una puerta.

— Presidenta, ¿alguna vez ha montado un caballo? —. Me toma por sorpresa su pregunta.

— Eh... realmente, no —. Respondo confusa.

Lecciones privadas (Lecciones I) [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora