CAPÍTULO 5

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— ¡Te perdiste la fiesta querida! Dios, si hubieses visto en lo que se convirtió aquello, ¡el juego de la botella pareció una orgía! —. No le prestaba atención, mi cabeza estaba en otro sitio.

— Camila, te conozco, con esa cara de paloma atorada, desembucha —. Me mira seriamente.

Y si que me conocía. Mi cabeza aún estaba en los acontecimientos de ayer, no sabía cómo volverle a mirar la cara a Edward.

Tampoco estaba segura de contarle a Brenda o no lo sucedido, se pondría como loca y me reprenderá por no aprovechar la oportunidad. Pero en verdad estaba atorada, y debía contarle eso a alguien.

— Camila, ¿qué sucedió? —. Se veía preocupada.

— Yo, ¿te había dicho que ayer me reuniría con Edward no? Pues —. Procedí a contarle todo lo que sucedió ayer.

(...)

— ¿Qué? —. Terminó con cara de shock.

— ¡Dios, dios, dios! ¡Con Edward, con Edward! —. Se levantó del asiento dando saltos.

— ¡Shhh, cállate! Vas a llamar la atención —. Dije avergonzada.

— No me lo puedo creer aún, ¿en serio? —. Susurraba.

— ¡Por dios! ¿Por qué te mentiría con algo así de vergonzoso? ¡sabes lo mucho que odio q Edward! —. La reprendo.

— Eh, no lo odias tanto cuando te —. Le tapo la boca.

— ¡Shhh! ¿Ves? Por eso no te puedo contar nada —. Fruncí el ceño avergonzada.

— Ay, no te molestes. Simplemente estoy sorprendida, nada más —. Se endereza en su asiento.

— Yo...Dios pasé una terrible vergüenza —. Me cubro la cara con las manos.

— ¡Edward es un hijo de puta! Imbécil, desfachatado —. Musitaba.

— Ay amiga, será todo eso, pero debes acabar de admitir que te puso a pensar eh —. Había entendido su doble sentido.

Debía admitir que tenía unos dedos poderosos, y una gran facilidad para escurrirse.

(...)

— Las mates son lo peor —. Se quejaba Brenda.

Iba con las piernas temblando por el pasillo. Me detuve en mi casillero para guardar los libros.

— ¡Eh! Presidenta, la estuve buscando —. Oí la voz de la última persona que hubiese querido encontrarme ese día.

Giré mi rostro en dirección a la voz, Edward venía hacia mi agitando la mano.

¡Dios mío, tierra trágame! ¿Por qué demonios viene hacia acá? ¿No le bastó con lo de ayer?

Me puse roja, cerré mi casillero haciendo un estruendo con la puerta, y de ahí, me mandé a correr.

— ¿Eh? ¡Hey! ¡Camila! ¿A dónde vas? —. Sentía lejos la voz de Brenda gritándome.

No le presté atención, mi misión era una, correr y escapar de Edward.

Estuve corriendo sin rumbo por en pasillo un buen rato, algunos me miraban raro, y otros me gritaban, aunque no entendía qué.

Me acabé parando frente al baño para retomar el aliento, estaba agitada y sudada de tanto correr.

Que tontería...

Entré con el objetivo de lavarme la cara. Me paré frente al lavamanos, abrí la llave y me eché agua en la cara. Disfruté del refrescante líquido en mi piel por un rato, hasta que abrí los ojos y noté algo extraño.

— Estos dibujos... esto no estaba aquí —. Decía mientras observaba las paredes del baño.

— Espera, este no es —. Se me corta el habla al escuchar voces de chicos acercándose.

¡Maldición! ¡El baño de chicos! ¿Qué dirían si vieran a la alumna estrella, la presidenta aquí dentro? ¿una pervertida? ¡no!

Miré a todos lados con desespero. Me resigné a no tener más opción que esconderme. Corrí hasta el último inodoro y allí me metí cerrando la puerta tras mío, rezando para que no me encontraran.

Sentí las voces de los chicos más cerca, ya estaban dentro.

— Uf, ese partido estuvo agotador ¿no creen? —. Oía a uno.

— Si, ¡pero nuestro equipo se lució hoy! —. Decía otro con orgullo.

Dios que no me encuentren, que no me encuentren.

— ¡Edward! ¿No es verdad que somos los mejores? —. Perdí el aire en los pulmones al oír ese nombre.

¡Que no me encuentre, que no me encuentre!

A pesar de haber oído su nombre, no logré oír su voz, ¿estaría ahí de verdad? ¿o ya se habría ido? ¿y cuándo demonios se iban a ir aquellos de allí?

Me encogí sentada sobre el inodoro, más que nerviosa. El corazón me latía a mil por hora, suerte que ellos hablaban, porque sino de seguro lo podrían oír.

Seguía rezando, hasta que siento unos pasos más cerca, supuse que el último inodoro nadie lo utilizaba porque estaba muy lejos, pero al parecer estaba equivocada.

Repentinamente la puerta a mi frente se abrió, un pequeño chillido se me escapó, pero no logró ser lo bastante alto porque mi descubridor me tapó la boca antes y se metió al lugar conmigo.

— ¿Edward, pasó algo? —. Sentí los pasos del curioso acercándose.

— No, solo creo que tengo un pequeño dolor de estómago —. Respondió, sentí su aliento sobre mi frente.

¡Nuestros cuerpos estaban sumamente pegados! Era un espacio demasiado pequeño para dos personas. Podía sentir latido por latido de su corazón, y supuse que él también los míos.

¿Para qué demonios se había metido allí conmigo? ¡Me sentía super incómoda! ¿Y si alguien nos descubría?

Lecciones privadas (Lecciones I) [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora