Capítulo 16

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Era el mejor lugar para estar, este cálido y delicioso sótano, con los gansos gárrulos, las estaciones cambiantes, el calor del sol, el paso de las golondrinas, la cercanía de las ratas, la igualdad de las ovejas, el amor de las arañas, el olor del estiércol y la gloria de todo.

- E. B. White, La telaraña de Carlota.



Un par de semanas pasaron rápidamente. El tiempo se hizo más cálido y estuvo salpicado de chubascos intermitentes de finales de primavera, Lena se las arregló para arreglar el circuito eléctrico del interior de la barca estrecha, dándose un poco de luz que salía por las ventanas mientras avanzaba lentamente en el esquelético vientre del casco. Había terminado de doblar y taladrar los tablones en su lugar en un lado, y se había puesto a trabajar en el otro, que pronto estuvo terminado también. El barco no estaba ni mucho menos terminado, ni listo para el agua, pero Lena pensaba que se iría antes de un mes. Ese pensamiento casi la entristecía.

ㅤ⠀ㅤDespués de permanecer tanto tiempo en un lugar, sin ningún sitio al que acudir ni forma de escapar, se había familiarizado con el lugar. Las colinas y los valles de las colinas le resultaban familiares al amanecer, cuando los dedos de color rosado abrían las cortinas de color azafrán, revelando el cielo azul de un día cálido y sin nubes. Conocía el brillo vinoso del río bajo un atardecer rojo, y la madriguera de conejos que crecía entre las setas silvestres. Se había acostumbrado al dulce olor a manzana del huerto que había detrás de la casa, cuando los árboles florecían con pequeñas manzanas, esperando a ser cosechadas al final del verano.

ㅤ⠀ㅤLena trabajaba con decidida resignación, entre los menguantes montones de madera de cedro y tierra, con los dedos ampollados y doloridos por las horas que pasaba agarrando las herramientas mientras lijaba, serraba y martilleaba. Sus reservas eran normales y sabía que tenía que marcharse. Eso no lo hacía más fácil, su estómago se retorcía incómodamente con sólo pensarlo, pero lo descartó como nervios.

ㅤ⠀ㅤAhora sentía muchas cosas, ya no lo guardaba todo en su interior, pero Lena aún no sabía cómo gestionar lo que sentía. Sin embargo, era bueno sentir cosas, dejar que algunas emociones suaves surgieran dentro de ella, reconociéndolas en silencio mientras aceptaba este respiro de la insensibilidad. Era nuevo, diferente, y Lena sintió como si los bordes desiguales de su corazón roto se hubieran vuelto a unir, sin encajar del todo bien, pero suavizados y con menos probabilidades de pincharla con un pensamiento perdido. No es que no echara de menos a Sam y que no se sumiera en la inmensidad de su tristeza, pero estaba lo suficientemente distraída como para que incluso esos deprimentes momentos de dolor fueran menos frecuentes.

ㅤ⠀ㅤY en todas partes, todo el tiempo, estaba Kara. Hacía semanas que vivían juntas, chocando en la escalera, comiendo en la cafetería, en el apartamento de Kara, en la habitación de Lena, sólo unos días aquí y allá para empezar, hasta que por algún acuerdo tácito, era todas las noches. Kara enseñó a Lena a cocinar algunos platos, las dos de pie, una al lado de la otra, mientras picaban verduras, hacían pasta desde cero y removían salsas, o embotellaban el vino que Lena había ayudado a preparar. A su vez, Lena le enseñó a Kara los fundamentos de la carpintería, y la rubia pasó de su posición sobre la pila de madera a agacharse junto a Lena, a la que instruyó en silencio sobre el lijado de la madera y el aserrado, con la mano de Lena cubriendo la de Kara mientras la guiaba por los movimientos de corte de la tabla de cedro dulce.

ㅤ⠀ㅤEran casi inseparables. A veces parecía que bailaban la una alrededor de la otra, pisando con timidez, esperando algo, aunque Lena no sabía muy bien qué. Pero disfrutaba estando con Kara, le gustaba la ligereza que le aportaba, el dulce alivio de la presión de poner una sonrisa cuando no le apetecía, o de hablar cuando prefería quedarse en silencio. A medida que los días se hacían más largos, la mayoría de las veces pasaban horas por la noche, sentadas a la orilla del río y leyendo, cada una absorta en sus respectivos libros mientras compartían una botella de vino y un trozo de tarta. Con Kara nunca había presión; todo se sentía sin esfuerzo.

Casi soy yo de nuevo (Ella casi es tú) - [Supercorp]Where stories live. Discover now