28. I N E R T E S

2.6K 514 57
                                    


—Yo utilizo a quien quiera para saciar mi sed.

—¿Cuál sed?

—La sed de tener traumas.

—¿Por qué quieres tener traumas? Ningún ser humano los quiere tener.

—Por que nunca los he tenido. No los puedo tener.

...

Me centro en otra cosa que no sea la conversación que tiene Haxel consigo mismo mientras está dormido.

Lo que tenga para decir no es tan importante como lo que estoy tramando.

Estoy intentando convertir la casa en una especie de museo de muñecas de distintas cualidades física.

Hay altas, bajas, robustas, delgadas y de distintos colores de piel. Las he encontrado a todas en el sótano, ese hueco polvoso al que tuve que entrar.

Las bañé como si fueran mis hijas, a pesar de que la mayoría aparenta mi edad. Las vestí también, las puse guapas, las maquillé.

Y en estos instantes las he acomodado en fila, en la sala. Quisiera ponerles nombres a cada una, pero decidí mejor que será fantástico si él lo hace.

Pero, me doy cuenta que no solo habían muñecas cuando sigo revisando el sótano, también hay dos muñecos. Les doy el mismo trato que a las muñecas.

Y con esmero ya están también relucientes y ubicados en la hilera. Uno de ellos es de piel morena y alto, el otro es de ojos negros y tiene mi estatura.

—1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12.

Cuento. Hay doce muñecos en total. Estoy ansiosa de que Haxel se dé cuenta que a todos los he puesto elegantes.

Escucho sus pasos en las escaleras. Ha bajado, dormido. Ahora que le doy cada 7 horas dos pastillas para dormir es casi imposible verlo despierto.

—¿En qué has pasado toda la mañana que no has vuelto a subir? —me pregunta.

Haxel cuando duerme es un poquito menos seguro y también más dosil que cuando está despierto. Por eso me gusta tenerlo así.

—Haxel, ven que te tengo una sorpresa.

Lo llevo de la mano hacia los muñecos y hago que establezca contacto físico con ellos. Se ríe de lado. Lo sabía. Algo me lo decía, que sí le iba a gustar.

—Esto es tan fascinante para mí.

—¿Lo es?

—Tanto que quisiera ser el decimo cuarto de ellos.

Entiendo. Son 12, yo sería la 13 como me lo decía una de las muñecas en mis pesadillas y él sería después de mí el 14.

El decimo cuarto.

—¿Por qué me has hecho esta sorpresa, Mara?

—Por que me he dado cuenta que te gusta la anatomía de las mujeres, y no hay nada mejor que muñecas para representarlo.

Camina aun dormido hasta pararse frente a la muñeca llamada Mara. Le da un beso en los labios, y luego se va hacia los dos muñecos hombres.

Se ríe de lado y perversamente.

—¿Estás segura que sólo la anatomía de las mujeres me gusta?

—No dudo que te gusten todas las anatomías en general.

Asiente. Empieza a rozar con los dedos la cara del muñeco moreno. Acción que me pone extrañamente extasiada.

Creo que es la nueva droga de mi vida, experimentar cosas que me hagan sentir sensaciones fuertes.

Y la sensación fuerte del momento me la genera el hecho de verlo acariciando un muñeco de su mismo sexo.

Puedo entenderlo y es maravilloso.

Se va a sentar a uno de los sillones, aun está dormido. Lo tomo de la mano y hago lucha por que se levante.

—Es hora del baño —digo.

Cede. Lo meto al yacusi de la ducha. Primero las piernas y después le sumerjo el torso. A pesar de estar en contacto con el agua sigue dormido.

Es que las pastillas que le doy son muy buenas.

—Me gusta el agua —susurra.

Sumerjo mi mano, la saco y hago que pequeñas gotitas le choreen la cara.

—¿Te gusta?

—Sí, es que la imaginación tiene tanto poder que en este estado en el que estoy puedo pensar que en el lugar en el que me sumerjo es un hermoso riachuelo de agua cristalina.

Les doy un pequeño beso en su cabello. Está seco. La única parte seca de su cuerpo es su cabeza, la parque que no está sumergida.

De pronto me siento aburrida. Necesito sensaciones fuertes, necesito sumergir su cabeza también.

Ya lo estoy haciendo. Pequeñas burbujitas salen de su boca cuando despierta y hace lo posible por salirse del agua.

Como el agua es transparente puedo ver cómo se agobia debajo de ella. Pero yo no dejo que salga. Mi mano sigue hundiendo su cabeza.

La razón es por que me satisface sentir sensaciones fuertes como por ejemplo esta, de verlo ahogándose.

H a x e l  ©  [Versión censurada de 361 Grados Completa] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora