Capítulo 19 · Domingo

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Sterling

Había hablado largo y tendido con Dominick y Pablo al salir de la reunión. Ellos, junto a Carl, eran los únicos que sabían que lo mío con Jade era una farsa, pero solo mis dos compañeros de equipo sabían que la mentira empezaba a desdibujarse y a convertirse en verdad.

―¿Y qué hago ahora? ―Suspiré.

Estábamos solos en el pasillo, de camino al aparcamiento.

―Pues seguir con esto.

―Lo sé, genio, claro que voy a seguir con esto. Me refiero a qué hago en cuanto a lo que está surgiendo ahora entre nosotros. Ella me dijo que estaba bien soltera y yo también.

―Que estéis bien solteros, no significa que no lo estéis también en pareja. Te puede gustar tu vida de soltero, pero, ¿te gusta la vida que llevas ahora? Porque prácticamente lleváis vida de pareja.

―Sí que me gusta ―admití.

―Pues ya está ―zanjó Pablo―. Hablad y ved si esto podría ir a algún lado. Mi hermana, hace meses, me habló de un libro en el que una chica y un chico debían fingir ser pareja para poder aprovechar un viaje de novios a Hawái, y acabaron enamorándose y salieron siendo pareja de verdad.

―Con esto me estás diciendo que esto solo ocurre en los libros, Pablo.

―No, idiota. Significa que eso pasa, que eso es posible.

―Estás volviendo a comparar la realidad con la ficción. Dile a tu hermana que deje de envenenarte con sus libros ―pidió Dominick con un suspiro dramático.

―Sí, pues esperad a dentro de unos días, os voy a freír el cerebro con los libros.

―¿Por qué? ―cuestionamos al unísono.

―Va a venir a Manchester a estudiar el máster. Obviamente, se quedará en mi casa.

Miré a Dominick de reojo.

―Qué bien, oye, anda que dices nada ―respondí ante el silencio de mi amigo.

Dominick tenía un crush importante con la hermana de Pablo. Cinco años atrás fuimos a España a conocer la ciudad de nuestro amigo, y Dominick quedó, citando textualmente sus palabras, "prendado por la belleza española de Coral". Coral era la hermana de Pablo (media hermana, en realidad). Obviamente, él no sabía la fijación que su amigo tenía en su hermana, porque probablemente le rompería las piernas. Era muy protector con ella, pues solo se tenían el uno al otro.

―Guay ―se limitó a decir Dominick.

Nos despedimos en el estacionamiento y subimos cada uno a nuestro coche. Tenía ganas de volver a ver a Jade. Llevaba desde que había amanecido pensando en ella. Al despertarme, me la quedé mirando alrededor de quince minutos. Estaba preciosa durmiendo y mi camiseta le quedaba increíblemente bien.

Al aparcar en el estacionamiento subterráneo de mi edificio, suspiré al mirar la hora. Esa misma noche vendría Mia, la madre de mi hija, a por ella. Ya había pasado un mes. Y no quería que se fuera. De camino al apartamento, decidí que sería buena idea que fuéramos a los jardines de David Lewis. Allí íbamos muchas veces los dos, jugábamos a fútbol en las porterías y luego almorzábamos sentados en el césped.

Y quería hacerlo de nuevo.

Junto a Jade.

Entré en casa, saludé a mi hija que estaba acabando de hacer los deberes para el lunes, y fui a ver a Jade, que estaba en la cocina. De espaldas a mí y con mi camiseta, enjuagaba una taza. Me acerqué a ella mientras la dejaba en la escurridera y tomé su cintura, acariciándola con tiento. Besé su cuello.

Fuera de juego ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora