Epílogo 2

9.3K 639 151
                                    

Unos años después...
Jade

―Y entonces me dijo: no eres tú, soy yo. Y yo le dije: ¡pues claro que eres tú, trozo de mugre, mira lo imbécil que eres! Es que es imbécil, te lo aseguro. Luego me ablandé un poco, porque me dio pena, pero a los pocos minutos se me pasó. Tiene un tic que odio; siempre se echa el pelo hacia un lado moviendo la cabeza, como si fuera Justin Bieber en los videoclips de 2010.

Junté mis labios para no reírme y ella prosiguió.

―Total y en resumen ―le dio un sorbo a su té matcha (yuj) de Starbucks antes de asentir con la cabeza―, los tíos son un asco. Menos mi padre, que es bastante decente. O al menos eso parece.

―Lo es, lo es.

―Pues eso. Suerte has tenido. ¿Tú tuviste más novios a parte de papá? ―preguntó Jane curiosa.

―Pocos. Alguno más imbécil que otros, pero sí. Sin embargo, es normal equivocarse de persona antes de encontrar la adecuada. Muchas personas pueden pasar por tu corazón hasta encontrar una con el que lata diferente, pero no debes tener prisa. Estás a tiempo de equivocarte, de experimentar, de probar...

―Si estás dándome una charla para que me sienta libre de pasarme a la otra acera, no te preocupes, ya está hecho. No es lo mío.

―Ah, coño, entonces me lo ahorro.

Ella lanzó una carcajada que me contagió a mí también.

―Bueno, de todas formas, mantengo lo que digo: vas a equivocarte mucho hasta que encuentres a alguien que te llene de verdad. Pero no tengas prisa. No tiene nada malo estar soltera y menos con quince años. A la larga, vas a agradecer haber tenido tiempo para ti sola, para conocerte, para averiguar qué te gusta...

―Tengo claro lo que me gusta y lo que no. Lo que sí, los chicos. Lo que no, los chicos también.

―Bueno, te gustan los chicos, pero no los gilipollas.

―En efecto ―me señaló, dándome la razón―. Y de eso hay muchos.

―La mayoría (que no todos) mejoran al crecer. Vete a saber cómo era tu padre cuando era un crío.

―La abuela dice que era un antisocial de cuidado y un fanboy de Ronaldinho.

―Ya, es que he puesto un mal ejemplo. Bueno, imagínate a Dom.

―Dom tenía que ser un auténtico gilipollas ―confirmó haciéndome reír.

Mi móvil vibró encima de la mesa y lo miré. Una notificación de mensaje.

―Venga, vamos. Tu padre ya está aquí.

Recogimos nuestras cosas de la mesa y las sillas, y salimos de Starbucks. Buscamos el Ariya negro de Sterling y no nos costó mucho encontrarlo. Fuimos rápidamente hacia él, cargamos el maletero con las bolsas, Jane se subió atrás y yo delante.

―Hola, amor ―saludé besando sus labios al cerrar la puerta.

―Hola, cariño. ―Sonrió y se giró hacia Jane para darle una palmadita en la pierna―. Hola, tú. ¿Cómo ha ido?

―Muy bien.

―¿Qué habéis comprado?

Arrancó el coche y nos mandó a ponernos el cinturón a las dos.

―Ropa de invierno ―dijo Jane con obviedad―. También le hemos comprado algunas cosas a Wes.

―Dime que no habéis comprado nada con orejas.

―Hemos comprado cosas con orejas ―confirmamos al unísono.

Gimió con fastidio mientras me agarraba la mano y la ponía sobre la palanca de cambios. Sonreí inocentemente.

Fuera de juego ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora