Capítulo 37 · Cero

6.2K 525 87
                                    

Sterling

Bueno, ya estaba hecho.

Sentía como que me había quitado un peso de encima, pero a la vez me había cargado al hombro otra mochila. Sí, ya lo había soltado y ya no debería esconderme, pero mientras explicaba las razones de haber convocado esa rueda de prensa y después de que Jade lanzara la primera pregunta, me di cuenta de una cosa.

No le había dicho nunca a Jade nada sobre mis inminentes operaciones y sobre mi decisión de retirarme.

Le había pedido que confiara en mí, pero yo no lo había hecho con ella. Y eso podía ser una razón más para su enfado conmigo.

Había sido un gilipollas, pero multiplicado por cuatro, que era mucho peor.

Dejé que pasara un día entero antes de armarme de valor e ir a hablar con Jade. Quizá lo más sensato sería hablar antes con Mia y acabar con todo, pero había dejado que mi abogado se encargara de ello, porque sabía que ella recurriría de nuevo al chantaje conmigo, y no estaba dispuesto a ceder de nuevo. Por mi hija. Por mí. Y por Jade.

Fui a su casa, pero tras dos minutos de llamar al timbre, volví a meterme en el coche, pues nadie me abría. A esa hora, solía estar en casa. Pensé que quizá había salido con sus hermanos o su cuñado, así que fui a casa de Pablo. Allí estaba él con Dom, y tenía un mensaje al móvil diciéndome que allí me esperaban con una cerveza. Y yo necesitaba una. O dos.

Cuando llegué, Coral estaba con ellos en la cocina, charlando. Su mueca de asco me lo dijo todo.

―Coral ―saludé.

―Tú.

No negaré que se me escapó una sonrisa.

Me alegraba que Jade tuviera una amiga tan leal como Coral.

―Respeeeeta, Coral ―le pidió Pablo, cansado.

―No, lo siento. Ha engañado a mi amiga. Y es como si la traición fuera a mí también.

―No la he...

―Engañar no solo son cuernos ―intervino ella, sabiendo a lo que me refería.

Dom deslizó una lata de cerveza hasta mí por la barra. Le agradecí con un asentimiento de cabeza.

―Ella pidiéndote un tiempo para aclararse la cabeza y a la vez poner a la prensa a prueba, saliendo más con su cuñado para ver si empezaban de nuevo los rumores de infidelidad y poder así comprobar si valía la pena pasar tiempo separada de ti... Y tú haciendo el gilipollas.

«Vaya», pensé. Todo lo que no me había hablado en las últimas semanas, lo hacía en esos momentos. Y delante de mis amigos.

―Coral, no es el momento ―le dijo Pablo por lo bajo.

―No te preocupes ―me dirigí a mi amigo.

―¡Claro que es el momento! No hay derecho que él arrastre esta cara de pobrecito, cuando toda la culpa es suya. ―Me miró de nuevo―. No hay derecho. Deberías sentirte más mal por lo burro que eres, que porque mi amiga te haya dejado, porque la obligaste a hacerlo. Mira que lo he dicho muchas veces: antes muerta que con un futbolista. Engatusadores, rompecorazones, mujeriegos, interesados y embusteros.

No sé por qué, pero esas palabras supe que no solo iban por mí.

―Sé que hice mal, Coral. Pero las explicaciones se las debo solo a ella. Si quieres desahogarte conmigo, adelante, pero...

―Claro que le debes las explicaciones solo a ella, pero como no se las estás dando, aquí estoy yo para recordarte lo idiota que has sido. Y que seguirás siendo hasta que no le des las pertinentes explicaciones a la chica de la que supuestamente estás enamorado y que, por cierto, por tu culpa hoy ha tenido que renunciar.

Fuera de juego ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora