8. Azúcar y alquitrán

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Mientras en Calavera Cafe, los invitados personales de Manny se presentaban ante él, una mujer de dulce azúcar llevando un vestido rojo y un sombrero con velas y en su cabello adornado con flores de cempasúchil, el otro, un hombre de alquitrán tan oscuro como la obsidiana, de una barba blanca, armadura oxidada, y en sus ojos calaveras rojas, en su corona velas verdes y sus alas de buitre, ambos solo se vieron de reojo, ignorándose, pues la historia de ambos estaba llena de deslices, sobre todo con su última apuesta.

—Pensé que no tenías otro lugar al cuál ir —dijo Xilbalba mientras caminaba por la entrada.
—Lo mismo digo —contestó Catrina en un tono molesto —. Manny sabe lo mucho que detesto que tú estés aquí.
—¡Ey! ¡No solo a ti te quitaron de tu cargo! Ambos perdimos.
—¡Quizás si tú no fueras tan tramposo! ¡Esto no habría pasado!.
—¿Ya pueden dejar sus quejas? —les dijo Manny al abrir la puerta para recibirlos. Los tres se sentaron en una mesa aunque por parte de las dos deidades no era con gusto.
—¿Para que nos llamaste? Manny —preguntó con los brazos cruzados Catrina.
—¡Si! Después de todo no tenemos nada que hacer.
—En primera ya callense con su pelea de pareja, en segunda, tú ya lo sabes Catrina —suspiro Manny mientras sacaba un cigarrillo y su encendedor —, se bien quien entra en este Cafe así que no me quieras ver la cara de tonto.
—¡¿Qué?! ¿A qué vendiste aquí? —exaltó Xilbalba.
—Se que en su última apuesta te sentiste mal por lo que le pasó a Manolo, pero solo ver si mejora no va ayudarlo, y menos que tú solo quieras hacerte sentir mal porque él está en todo su derecho de enojarse con ustedes dos, usarlo como su entretenimiento de apuesta ¿En serio? —dijo después de una pitada a su puro —, por eso ambos se quedaron sin sus respectivos reinos y los suplan el Dios Mictlán y Micte.
—¡¿QUÉ?! —dijeron al unísono.
—¡ESO NO PUEDE SER! —replicó Xibalba—, ¡ellos son los peores para esos puestos!.
—¡Mi hermana no puede gobernar la tierra de los recordados! Y… ¡Menos con su marido! —Catrina se alteraba al saber de la situación.
—Eran los únicos vacantes para el puesto, ya saben cómo es esto, y aún así, ustedes no se preocuparon por saber nada de esto.
—¡Se nos exilió! ¡¿Recuerdas?! —Objeto Xibalba enojado.
—¿Qué es lo que nos sugieres? Manny.
—Bien —los dos dioses le prestaron atención —. Una apuesta.
—¡¡¡¿QUÉ?!!! —contestaron mucho más impactados.
—Ya que les gusta esto ustedes formarán parte de ella, deberán corregir y ayudar a quienes le hicieron este mal, recuerden que Manolo no está bien del todo, y sé que tú Catrina —la señaló Manny —, trajiste a ese peli rosa para ayudarlo, si bien Manolo ha tenido un avance, encontrarse a alguien que pasa también por un asunto pendiente no será suficiente.
—¿Y, de que es la apuesta entonces? —preguntó Catrina confundida.
—Como su superior de está tierra de muertos, deberán ayudar a que ambos terminen sus problemas pendientes, no meterse en trucos, ni ver quién le gana a quién, van solo dar un un pequeño empujón, tanto para Manolo como si amigo Lewis, y como compensación van a volver a traerlos a la vida solo antes de que acabe el día de muertos.
—¡Ya no falta mucho para esas fechas! ¡estamos a unas dos semanas!—replicó Xibalba.
—Si —fumaba Manny sacando el humo de su nariz —, y mejor comiencen de una buena vez.
—¿Y qué pasaría si… no llegamos a esa fecha o no lo logramos? —preguntó Catrina.
—Trabajaran para mí —contestó seco Manny —. Y ustedes también.

Sin mucha más opción, los dioses le decidieron aceptar el trato, Manny presentó el contrato y una vela muy familiar para ellos que era de color roja, que funcionaria como su contador de tiempo, una vez firmado por ambas partes, la vela se encendió por sí misma y empezó a contarse el tiempo, al salir Xibalba quiso hablar para arreglar un poco las cosas pero Catrina no quiso escucharlo, aún estaba molesta por todo lo que pasa, era mucho el pesar que llevaba que no tenía cabeza para escuchar a él que es, o era, el amor de su vida, no tenía la fuerza quebrarse en ese momento, así que solo le aclaro que cada uno haga su parte para salir de este embrollo y volver a sus puestos anteriores, desapareciendo con un rastro de pétalos, y Xibalba entendiendo que sus disculpas no iban a bastar para calmar las llamas de furia de su amada calaverita de azúcar. Retomando a Lewis y Manolo, estos dos veían al tren llegar por fin al andén, tenía un nombre escrito en una placa "Caronte" sin más ambos entraron, y había algunos esqueletos todos mirando y estando en otros asuntos, leyendo el periódico, dibujando, o tomando un té, Manolo guío hacía los asientos de ambos, una vez dispuestos siguieron con sus preguntas.

—Bien siguiendo con ¿Qué fue lo más vergonzoso que hiciste? —preguntó con una cara pícara Lewis.
—¡Oh! ¡Vamos! ¿Qué somos? ¿Niños? —decía sonrojado.
—No pensé que viajaría con una gallina —replicó Lewis haciendo ruidos de gallina para fastidiar a Manolo.
—Que burloncito eres cuando agarras confianza, ¡Está bien! Está bien —Manolo tosía un poco para dramatizar y daba la cara contrario a dónde estaba el peli rosa —. Pues pasó cuando era niño, en una práctica de torería que debía tomar como siempre, bueno… —Lewis puso más atención ya que el cráneo de Manolo se volvía rojo —. Por error lave mi capote de torero rojo con… la ropa blanca.
—¿Y… eso? —se acercó Lewis.
—Pues… —Manolo murmuraba ya que tenía más vergüenza.
—No oigo —contestó con canto Lewis para apenar más a su amigo.
—¡Ah! !bueno¡ ¡Confundí mi capote con un calzón de las monjas por qué se tiñó de rojo! ¡Y fui el hazme reír todo un año en el pueblo! —Lewis se reía de la declaración de su amigo mientras cubría su cara con sus manos.
—¡Vamos, Manolo! No te avergüences —decía entre risas.
—¡Pues ahora te toca a ti! ¡Dime! ¿Algo que te a avergonzado? Lewis —volteo mirando retador.
—Bien, veamos, me han pasado muchas cosas pero creo que fue más cuando estaba en preparatoria bueno… verás, a veces dan esas conferencias para jóvenes —Manolo alzó una de sus cejas crédulo pero dejó continuar su historia —, y bueno, hablan sobre las flores y las abejas —se hacía colorado Lewis que su cabello lo delataba por crispar como una chimenea —, y en una ocasión nos dieron… ya sabes esos empaques, por seguridad y así, total que yo de pena lo guarde en mi mochila, pero mi hermana Cayenne quería tomar unos dulces que tenía guardado, así que pues lo saco y bueno.
—¿Qué pasó? —Manolo lo miraba ahora con una mirada pícara siendo su revancha.
—Ahm… se lo llevo a mis padres, si bien mi padre se alteró un poco y me quería hacer mil y un preguntas, mi mamá fue la peor parte —tapó su cara con sus manos formidas.
—¡¿Qué pasó?! —se asustó Manolo creyendo que lo regaño horrible.
—Mi mamá empezó a hablarme acerca del cuidado en esa… situación, y que si necesitaba hablar o preguntar sobre algo podía preguntarle o pedirle esos empaques ¡AGH! ¡Fue muy vergonzoso!.

Ambos amigos se miraron y se rieron de lo tonto que están siendo, reían y se le salían algunas lágrimas de lo gracioso que se había vuelto el asunto, y el tren justo tocaba su silvato tres veces anunciado su próxima parada, a lo que Manolo se levantó y después Lewis, este último asomó su mirada por la ventana y vio como estaban sobre un camino de cempasúchil que iba a conectarse con una gran ciudad de estructura casi pictórica, como una pintura de Da Li, habían casas sobre casas y criaturas extrañas para Lewis volando de llamativos colores, cada que estaba al lado de Manolo, sentía que conocía cosas impresionantes y desconocidas.

El amor no desaparece [Lewis Pepper × Manolo Sanchez]Where stories live. Discover now