CAPÍTULO 12

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Chris

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Chris

"¿Querías besarme?"

Repite mi mente una y otra vez, como si estuviéramos en una cueva que ocasionara eco al hablar.

El trozo de filete que recién me había llevado a la boca, se ha quedado a mitad de su bajada queriendo salir de nuevo por donde ha entrado, provocándome una tos constante. Cojo la copa que contiene agua y bebo la suficiente cantidad como para que el trozo siga con su camino. Después de mi propio espectáculo, mi cara empieza a arder al recordar la pregunta de Sam.

—¡No! Solo... tenías algo en el pelo y quería quitártelo. Era solo eso. —Prosigo comiendo con más rapidez e intentar buscar otro tema de conversación.

Parece quedarse conforme con mi respuesta y continuamos comiendo mientras hablamos de temas bastante triviales. Finalmente terminamos, con postre incluido. Ahora puedo entender un poco el por qué no había comido nunca hamburguesas o perritos calientes, por raro que suene, pero es que es como comer todos los días en un restaurante de los caros. Realmente la envidio por vivir en un lugar así y tener unos padres que no te llamen "angelito" cada vez que entre por la puerta.

Llega el momento de irme y ella me ofrece a su chofer para que me lleve a mi casa. No puedo evitar aceptarlo, no tengo dinero para un taxi y la parada de autobús más cercana se encuentra a kilómetros. Cada vez me alteran más aquellas palabras que mi madre siempre me dice cuando le pido tener un coche propio. No sé cuál será el maldito momento, hace un año que tengo el permiso y aún no he podido utilizarlo. Si esperan a que me lo compre yo, deberían de haberme insinuado lo de buscar un trabajo.

Sam y yo nos encontramos en la puerta esperando a que se acerque el coche negro que me llevará de vuelta a casa. La tensión no ha desaparecido de mi cuerpo desde el momento en el que casi vuelvo a ceder a sus encantos y su pregunta no ha resultado mucho más tranquilizadora. Y está claro que a ella no ha debido de parecerle importarle en absoluto pues sigue actuando como de costumbre.

—Mañana es el baile —menciona ella rompiendo el silencio que comenzaba a ser incómodo.

—Sí... supongo que nos veremos allí, sobre las ocho. —Ella asiente junto a su adorable sonrisa y las manos entrelazadas—. Los años veinte, ¿recuerdas?

—Sí, Tamara me hizo un vestido, ella es mi modista.

—¡Oh! Ya, sí. Espero que disfrutes del baile.

Alan por fin se deja ver en el coche esperando a que entre en él para llevarme a casa. Me despido de Sam haciendo un ademán con la mano a lo que ella responde de igual forma, concluyendo una tarde un tanto peculiar.


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Enamorando a SamWhere stories live. Discover now