CAPÍTULO 22

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Chris

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Chris

Llevo ya un buen rato subiendo cuestas, y todo porque me niego a gastar el dinero en un taxi, ya gasté casi todos mis ahorros de tres meses en Sam, para que tenga un buen cumpleaños. ¿Por qué tenía que vivir en la zona más alejada de la ciudad? Y no, no estoy caminando hasta mi casa, eso quedó mucho más atrás. Mi destino es una gran mansión en la zona más rica de la ciudad. Sí, la casa de Sam. He ido con mi skate, pero en algunas zonas es complicado ir sobre las ruedas, así que no me queda otra que ir andando.

Mi gran temor de pisar esa casa es encontrarme con su padre. Sé perfectamente que el otro día me enseñó su parte más pacífica y tuvo mucha paciencia, sin embargo, algo me dice que es todo lo contrario, sobre todo en un día malo. No estoy muy seguro de cómo es nuestra relación ahora mismo tras nuestra charla, diría que estamos distantes y no nos llegamos a entender del todo, así que no quiero descubrir si realmente me quiere lejos de su hija o no.

Llego hasta una gran verja que da entrada a los alrededores de la gran mansión. Está desolada, no hay absolutamente nadie, salvo yo y la brisa que revuelve algunas hojas que los árboles desprenden de sus ramas en pleno otoño. Al lado de la puerta hay un telefonillo, supongo que será el medio que necesito para pasar al interior. Avanzo hasta estar delante de la máquina y coloco mi dedo sobre el botón haciendo presión sobre él, de tal forma, que hace sonar un leve pitido. Espero a que alguien hable a través del aparato, pero no es así en absoluto, porque dos tíos grandes como el del otro día, aparecen al otro lado de la verja y no es que tengan muy buena cara.

— ¡Hola! —les digo amablemente, pero ellos mantienen su seguridad y prácticamente ignoran el saludo esperando a ver qué es lo que quiero—. Me gustaría entrar.

— ¿Has sido invitado? —dice uno de ellos con una voz muy grave, tanto, que podría temblar la tierra, y su acento no proviene de este país.

— Eh... no. Pero si avisan a la ama de llaves, seguro que me deja pasar —me miran por unos segundos y tengo que decir que he temido por mi vida—. ¿Por favor? —Hago un intento de sonrisa.

— No —suelta tan secamente que mis brazos se decaen—. Si no te esperan aquí, no puedes pasar.

Ya veo que en esta casa no son de visitas sorpresa.

— Mirad, no quiero ser grosero, porque tampoco me conviene, pero he venido caminando desde la ciudad solo para hablar con una persona de algo muy importante y no me voy a marchar hasta que me dejen pasar —pronuncio cada palabra con buen humor y sin descanso.

Y tras unos segundos de silencio, uno de ellos suspira y parece comunicarse por el pinganillo que lleva pegado en la oreja.

— ¿Cómo decías que te llamabas? —me pregunta arqueando una ceja que sobre sale por encima de sus gafas.

— No lo he dicho —vacilo un poco, pero no creo que sean muy bromistas—. Christopher Cooper.

Tras decírselo a no sé quién por el pinganillo, me dejan pasar abriéndome la gran cancela que me da la entrada a "Villa Van der Walt" o así lo llamo yo. Camino por el sendero rodeado de jardines, tal y como lo hice aquel día en coche, pero esta vez con más detenimiento, observando cada especie de arbusto, flor y árbol que encuentro. Realmente creo que aquí se encuentra la mayoría de la vegetación del país.

Enamorando a SamWhere stories live. Discover now