Todos en el instituto conocen a Chris Cooper, quien es famoso por dejar una estela de corazones rotos cada semana.
Pocos saben quien es Sam, un enigma que deambula descalza por los pasillos.
Para Chris, el amor se ha convertido en un juego, un clich...
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Chris
— A ver si lo he entendido bien. Ayer vuestra profesora de ciencias, la señora Miller, faltó a clase —repite la rubia haciendo una pausa para comer una de sus patatas fritas—. Entonces Sam, entró y se quedó paralizada, de ello pasó a tener una especie de ataque de ansiedad —nos mira fijamente para que aprobemos que todo lo que ha dicho es verdad—. Estáis de coña, ¿no? —David, Tyler y yo, negamos a la vez con la cabeza—. Oh, venga, ¿cómo es posible que, porque la profesora no asista a clase, a Sam casi le da un paro cardiaco? Ni los más empollones se lamentan por eso.
— No le dio un paro cardiaco, fue como si le faltara el aire y estaba muy nerviosa, demasiado —le corrijo.
— Bueno, ¿y luego que hiciste? —ahora me pregunta directamente a mí.
Rememorar aquel momento de ayer es bastante más complicado de lo que parece, yo solo veía a Sam sufrir y mi reacción fue acudir a ayudarla. No recuerdo muy bien cómo lo hice, el corazón lo tenía a mil y la adrenalina provocó que mi cuerpo se moviera para actuar. Ni si quiera sé si lo que hice es lo más acertado, pero lo importante es que conseguí frenar aquello.
— Luego, tras calmarla, la saqué de allí. Salimos fuera y dimos un paseo. Lo cierto es que no estaba bien, no hablaba y eso en ella es raro. Le hablé sobre nuestro trabajo de las mariposas, un tema que siempre le fascina hablar, y nada. Luego le pregunté si ya estaba mejor, afirmó con su cabeza y después de eso se despidió.
— ¿Sin más? —cuestiona David.
— Puede que quisiera ir a despejarse sola —aporta Tyler al cual respondo con una mueca confusa.
— ¿Quieres decir que no quería estar conmigo?
— A lo mejor... —vuelve a decir.
— Serás imbécil —PJ me tira una de sus patatas a la cabeza— ¿Y la dejaste ir? ¿Y por qué no viene por aquí? Hace tiempo que no la veo —mira a su alrededor para ver si está en alguna parte.
— No tengo ni idea —digo con la mirada perdida.
Nos quedamos un tiempo en silencio limitándonos a comernos el almuerzo.
— ¿Y dónde se ha metido Chad? —cuestiona ahora David.
— Déjalo, no me apetece verle la cara —digo de mala gana.
— Chris, sois amigos desde pequeños, ¿y vais a separaros en último año por una tontería? —se queja quitándome las patatas de mi mano para metérselas en la boca. Se ha comido dos raciones y sigue con las mías, a pesar de comer tanto, es imposible que engorde un solo kilo.
— Sigo esperando a que se disculpe —gruño mientras termino pasándole la bandeja con mis patatas, últimamente no tengo tanta hambre.
— Vale, ya no aguanto más —interrumpe PJ—. ¿Qué fue lo que pasó entre los dos? Quiero decir, antes de esto. ¿Quién es la tal Jessica?