XVI. Nariz rota

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—¡Suéltame! —gritó Evie enfurecida mientras tiraba de su mano para soltar la de Erik.

—¿O qué? —contestó Erik en actitud prepotente, algo que Evie nunca había presenciado aún. Volvió a agarrarle de la mano, esta vez con fuerza.

Se puso roja de rabia y fue a darle una bofetada, pero el chico le guiñó el ojo que quedaba escondido de la vista de un atónito Gael; Evie paró en seco sin saber muy bien qué hacer.

—¡Eh! —chilló Gael mientras se acercaba a ellos— ¡Te ha dicho que la sueltes!

—Repito: ¿o qué? —replicó Erik nuevamente con esa actitud chulesca.

Gael se acercó de un par de zancadas rápidas y le soltó un puñetazo al chico en toda la cara que hizo que cayera hacia atrás. Evie gritó del susto y fue a ayudar a Erik, que se había quedado tumbado boca arriba y se tapaba la nariz con la mano. A los pocos segundos empezó a caer sangre de entre sus dedos.

La chica apartó sus manos y puso las suyas en su lugar.

—¿En serio vas a ayudarle? —preguntó enfadado Gael.

—¡No hacía falta que le dieras tan fuerte! —replicó ella.

Sí, había hecho algo mal y se había portado como un idiota, pero tampoco se merecía semejante golpe...

—Pues yo creo que sí —Gael hizo una breve pausa en la que miró a Evie directamente a los ojos: la chica vio desconcierto en ellos—. Haz lo que quieras —gruñó mientras les daba la espalda y empezaba a alejarse de ellos.

Evie lo siguió con la mirada unos instantes sin acabar de entender por qué había pasado aquello. Luego se giró y se centró en curar su nariz. No necesitó hacer ninguna prueba con su poder de sanadora para saber que se la había roto.

—¿Qué cojones te pasa? —preguntó enfadada— ¿A qué coño ha venido eso?

—No tendrías que haberme ayudado —dijo él usando nuevamente su tono relajado de siempre. Ya no había ni rastro de la chulería que había mostrado hacía unos minutos.

—¿Qué?

—Que no me tendrías que haber ayudado, Evie —repitió él con paciencia—. Lo he hecho por ti, para ayudarte.

Evie lo miró atónita.

—¿Este numerito ha sido para ayudarme con Gael? —preguntó ella sin terminar de creerlo—. Y si no hubiera funcionado y él hubiera pasado de nosotros, ¿qué? ¡Gael se habría ido pensando que tenemos algo!

—Pero no lo ha hecho —contestó Erik muy tranquilo—. Sabía que no lo haría... Y puedo entender perfectamente por qué.

Evie se descentró durante un instante de su tarea y el brillo que emitía el poder que corría por sus manos, que ya casi habían curado la nariz fracturada de Erik, parpadeó varias veces.

¿Qué acababa de decir? ¿Que lo entendía?

Sacudió la cabeza y cerró los ojos fingiendo que se centraba en la curación, pero el color rojo de sus mejillas hizo que todo quedara en un vano intento de aparentar que no lo había entendido; Erik se rio suavemente.

—No te preocupes, no pido nada. Sé que estás enamorada de él, y me parece bien. Pero no puedo evitar sentir lo que siento.

Evie terminó en ese preciso instante de curarle la nariz y quitó sus manos de su cara lentamente. Estaba nerviosa y alternaba la mirada entre sus ojos y el suelo; no era capaz de mantener el contacto visual.

Como el chico no decía nada, Evie sintió la urgencia de decir algo. Cualquier cosa, lo que fuera con tal de acallar ese silencio incómodo...

—Yo... Eh... Esto... ¿Gracias?

Los ojos del BosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora