II. Juicio

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Evie se despertó al día siguiente con la sensación de no haber dormido nada. Aun así, sabía que tenía que levantarse y prepararse ya que era un día importante; iba a celebrarse el juicio por traición de la familia de Lairon.

Tras haberse arreglado y tomado su tazón de cereales, esperó paciente para salir de casa, pero solo cuando hubiera notado la presencia de Neil. Unos segundos antes de que tocara el timbre le abrió la puerta, sorprendiéndolo.

Evie sonrió orgullosa al darse cuenta de cómo poco a poco sus habilidades como Sanadora iban mejorando.

Pero su cara cambió e hizo un mohín al ver que tras Neil estaba Mikael, a quien no había detectado.

—Vaya, yo también me alegro de verte, Evie —dijo el Sanador al ver la cara que le ponía.

—No es por eso —le dijo riendo—, es solo que no te había sentido.

Mikael rio discretamente –como hacía siempre; Evie se preguntó si alguna vez lo vería reír a pleno pulmón– y asintió, entendiendo.

Los tres fueron caminando hasta la Casa del Norte; le explicaron a Evie que además de ser la casa principal también servía como salón para celebrar cualquier tipo de evento que organizara el Consejo.

Una vez allí, Evie tuvo que mirar dos veces a su alrededor; sí, estaba segura de que estaban en el lugar correcto, pero, ¿dónde estaba la Casa del Norte? El edificio de cuarzo blanco había desaparecido y en su lugar había un edificio exactamente igual pero de un tono rojo oscuro que le recordaba a la sangre.

—Sí, es lo que estás pensando —dijo de pronto Mikael—, la casa no ha desaparecido; cuando se celebran juicios las paredes se tornan oscuras como señal de que temporalmente deja de servir como centro de sanación. Nadie sabe exactamente cómo, pero las estructuras del edificio saben lo que ocurre dentro de sus paredes.

Evie abrió la boca, impresionada. Realmente aquella no era una ciudad corriente, aunque a veces lo olvidara.

—Es más —añadió Neil—, en caso de emergencia el edificio se torna negro para alertar a los habitantes.

Mikael asintió, reafirmando el comentario del chico.

Evie rezó en su fuero interno para no llegar a ser nunca testigo de aquello, por muy impresionante que pudiera resultar la visión.

—Atención, el juicio va a dar comienzo. Por favor, id entrando ordenadamente —dijo un hombre vestido totalmente de negro situado junto a la puerta principal. Evie no sabía quién era, pero le sonaba de haberlo visto junto a otros miembros del Consejo el día que había descubierto quién era, así como su verdadero nombre, Irina.

Mikael avanzó en primer lugar, y Neil, tras ver que Evie se había quedado petrificada en el sitio, agarró de la mano a la chica y tiró de ella.

Evie no dijo nada, pero el contacto del chico le resultó un tanto incómodo. Sí, ya sabía que entre ambos no había nada, pero aun así recuerdos de cuando estuvo entre Gael y él vinieron a su cabeza, haciendo que sus mejillas se sonrojaran levemente.

Neil pareció estar pensando en lo mismo, ya que él también se puso rojo –aunque mucho más que Evie– y rio tímidamente.

Una vez dentro, la Sanadora disimuló su asombro por miedo a que al final alguien se riera de ella, pero es que realmente sus mundos era tan distintos... La sala estaba decorado con estandartes y banderas –y muchos símbolos que Evie reconoció por los tatuajes del cuerpo de Gael–, al fondo de la sala había tres sillas sobre una tarima en las que estaban sentados Lairon y sus padres, y por último varias filas de bancos colocados frente a los acusados. La visión junto con las paredes de ese tono rojo oscuro era abrumadora. Pero no había juez ni nadie que destacase sobre el resto del público.

Los ojos del BosqueWhere stories live. Discover now