7 » Celos.

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Miércoles, miércoles, benditos miércoles. Mitad de semana.

"Ya casi llega el viernes, tranquilízate" me repito mentalmente una y otra vez.

Últimamente no he podido ponerme en un cien por ciento enfocada en la escuela, debido a que una persona ocupa mis pensamientos de momento. Sebastian Stan.

Melanie me comentó el lunes pasado que él me llamaría, pero es miércoles y no he recibido una llamada. Ni siquiera un mensaje. Y las posibilidades de que quizá estuvimos bajo el efecto del alcohol la otra noche fuese real, me pone los nervios al máximo.

Suspiro cansada, frustrada y molesta por pensar en eso; no quiero hacerlo pero tampoco puedo alejar el pensamiento así como así. Tras sacar una carpeta, cierro la puerta del casillero con fuerza, causando un sonido sordo, lo cual hace que los estudiantes a mí alrededor me mirasen raro. Les devuelvo la mirada, con una sonrisa forzada de disculpa por el alboroto y vuelvo a suspirar.

—No se deben azotar los casilleros—escucho una voz masculina decir, una que reconozco muy bien.

—Eh sí. Lo siento profesor Evans—sostengo con más fuerza mi bolso al hombro—. Yo solo...

No sabía que decirle, seguía bajo el trance de Sebastian y la llamada inexistente.

Levanto la vista a él. No debí hacerlo. Suelto un soplido. No puede hacerme esto.

El día de hoy trae consigo una camisa azulada ceñida al cuerpo de manga larga, pero ha retomado su costumbre de doblar las mangas a la altura de los codos. Junto con unos pantalones y zapatos negros. Y la barba ha desaparecido, cambiándole por completo. Déjenle más atractivo que antes y hasta más joven.

—Vaya, tú sí que sabes cómo sacarte años de encima—comento sin sacarle la vista de encima, perdiéndome en todo de él.

Él sonríe, mi comentario le ha causado gracia y hasta ahora que procesé lo que he dicho, entiendo el asunto. Vaya Kate, sí que eres tonta.

—Ups—susurro para mí.

Chris acaricia su mentón con nostalgia, como si estuviese extrañando la barba que hasta ayer tenía con él, o quizá sintiéndose raro porque existe la posibilidad que no se haya afeitado completamente en un buen tiempo. Quién sabe.

—Escuche, lo de los casilleros...

Chris levanta su mano derecha para hacerme callar, le hago caso.

—Tranquila—dice con tono calmado, para después meter sus manos en los bolsillos de su pantalón de vestir, causando que la camisa se le ajuste, de cierta forma, más al cuerpo.

¿Cómo es posible? Nadie lo sabe.

Solo sé que le queda demasiado bien, que no puedo sacar los ojos de él y que estoy pidiendo para que con tanto movimiento de manos no ocasione que la camisa termine rompiéndose porque no puede contener la musculatura que posee.

Ladeo la cabeza un poco, sacando el pensamiento de él sin camisa que me llegó de repente. Me obligo a pensar en otra cosa, lo que sea menos él. Pero me resulta difícil, bastante.

—Sólo he tenido un día estresante—logro decir, como excusa al golpe de la puerta del casillero

Él asiente.

—Sí, bueno. El casillero no tiene la culpa de eso—él le da unos golpes leves al casillero y estoy por recriminarle por aquel movimiento, la camisa puede durar poco si sigue así.

—Sí, supongo que tienes razón—respondo tratando de seguirle la conversación, paso mi mano por mis cabellos y desvío la mirada a otro lado—. Lo siento. Tiene razón.

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