-.Capítulo 7.-

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Ya en el supermercado, la odisea sería ahora convencer a sus madres de que han vivido juntos lo suficiente como para saber qué marcas de productos prefieren.

-Mamá, ¿ustedes podrían ir a la sección de verduras?, no somos buenos en eso, mientras tanto, nosotros iremos por productos de higiene... - dijo Yibo.

-Claro, por supuesto... Vayan tranquilos.- dijo la señora Wang.

Se despidieron con una sonrisa y rápidamente tomaron el carrito de supermercado y corrieron lejos.

Mientras las dos mujeres felizmente a llenaban los carritos con comida, Xiao Zhan y Yibo vagaron por el supermercado.

– Oye, sé que no somos los mejores amigos del mundo, pero tenemos que estar juntos en esto o se nos caerá el teatro

– Estoy de acuerdo – dijo Yibo mientras avanzaba sin rumbo apoyado en el carrito.

–¿Entonces qué diablos hacemos en el pasillo de higiene femenina? –Preguntó Xiao Zhan sosteniendo un paquete de toallas higiénicas.

Yibo se aturdió un segundo, volteó su cabeza, y estalló en una carcajada. Fue en ese momento cuando Xiao Zhan se sintió distinto respecto a Yibo. Claramente le encantaba que le preparara el desayuno o que cuando volvía del trabajo abriera ligeramente la puerta para saber si él estaba ahí. Siempre se daba cuenta, Yibo asomaba un poquito su cabeza y veía si estaba en su estudio, y cuando estaba, cerraba suavemente la puerta. Muchas veces Xiao Zhan estaba medio dormido y cuando se encontraba destapado, volvía a sentir calidez y el rastro del Chanel N°5.

Volvió a sus cabales cuando vio que Yibo le tendía la mano. Para Yibo puede ser que esté cooperando en esta obra, pero si Xiao Zhan tomaba esa mano, temía no querer volver a soltarla, su mente era un mar de confusos pensamientos.

Yibo no entendió por qué Xiao Zhan tenía los ojos brillantes, como si quisiera llorar. Lo vio suspirar y tomó su mano y caminaron juntos.

–Bien, esposo, cuento rápido. Prefiero esta marca de cepillo y este champú, me da igual el detergente mientras no tenga ese olor a flores.–empezó a disparar Xiao Zhan.

–Cariño, ¿usas esta marca de crema? –Preguntó Yibo.

–Excelente elección, esposo. Pero lleva el pack, es un poco más caro pero llevas la crema que me gusta y el hidratante que usas.–dijo Xiao Zhan echando en el carrito varios productos.

Ante la presencia de sus madres, bajaron su guardia y se permitieron ser más amigables con el otro.

Luego de vagar por algunos pasillos tonteando entre decoraciones, ollas, sartenes y cubiertos, llegaron al pasillo de juguetes. Dos hombres grandes peleando por un juguete entre niños.

–Yibo, este juego de cartas es mejor, ¿vas a comprar un set de magia?

–¿y qué tiene de malo que quiera un set de magia? Es mejor que tu aburrido juego de cartas.

–Wang Yibo – Xiao Zhan

Se escuchó al mismo tiempo. Ambos hombres giraron sus cabezas para encontrarse con la mirada divertida de sus respectivas madres.

–Ambos pueden llevar lo que quieren. Aprendan el uno del otro.– Dijo la señora Xiao.

Con una cara de satisfacción, ambos llevaron lo suyo y pasaron por caja a pagar.

Al llegar a casa, las mujeres quisieron mimar a sus hijos y prepararon sus comidas favoritas.

Durante la cena, ambos se mostraron amigables, aunque algo torpes, lo que causó gracia en sus mamás, y atribuyeron la torpeza a que siempre han sido mimados.

Por la noche, cada una fue a su habitación asignada, mientras que Xiao Zhan y Yibo iban a la habitación principal.

–Yibo, apaga la luz. – dijo Xiao Zhan acomodando su almohada.

–No, está bien así. – dijo Yibo metiéndose a la cama rápidamente.

–Tú sí, pero yo no. Apaga la luz. – dijo Xiao Zhan exasperado.

–No, en serio yo...

–¡Wang Yibo! – levantó la voz Xiao Zhan. – Apaga la maldita luz, necesito dormir.

Yibo asintió, pero solo bajó la intensidad de la luz. Xiao Zhan suspiró fuerte, como queriendo contener las palabras que saldrían de su boca. Se acostó y se dio media vuelta, mientras que Yibo seguía mirando el techo.

Yibo vio que Xiao Zhan se movía incómodo, pero no se atrevió a preguntar. Minutos después, vio que se levantó molesto, buscando algo a tientas.

–Yibo... ¿trajiste la caja que estaba bajo mi cama? – preguntó claramente molesto.

–¿Yo? ¿Por qué me iba a meter a tu habitación? Cada uno trajo sus cosas. – dijo Yibo con el ceño fruncido.

– Mierda... ¿ahí está mi mamá, verdad? – preguntó Xiao Zhan y Yibo asintió. – Vuelvo enseguida.

Yibo no sabía qué contenía esa caja que lo puso tan de malas, pero no le podía importar menos. Así que se dio media vuelta y acomodó sus audífonos para dormir.

Minutos después, Xiao Zhan entra a la habitación, con una caja de cartón mediana.

Después de un rato, Yibo, que estaba medio dormido, se despertó por el incesante movimiento de la cama. Frunció el ceño adormilado y se giró para ver a Xiao Zhan.

Lo que vio se quedará grabado a fuego en su memoria para la posteridad.

Las mejillas de Xiao Zhan rojas, sudando, con la boca abierta y los ojos fuertemente cerrados; una mano tocándose los pezones y la otra más abajo haciendo algo que no pudo distinguir, pero que se pudo imaginar. Todo esto con una canción de The Weeknd que aún seguía sonando cerca de su oído. Solo ahí se dio cuenta que seguía con los audífonos puestos.

– ¿Qué haces? – Hasta el presente Yibo se pregunta cómo es que su voz salió tan plana. Lo siguiente que vio fue a Xiao Zhan abrir los ojos y morderse el labio inferior y fijar su mirada en Yibo. Luego, con la mano menos ocupada quitó la colcha que cubría su parte inferior y quedó totalmente expuesto.

Yibo sintió sus audífonos caer y al siguiente escuchó los gemidos ahogados de Xiao Zhan, que estaba usando uno de sus tantos juguetes.

–Bo-ge...

Solo Dios está de testigo que es la erección más rápida que ha tenido Yibo en su vida. Lo siguiente que supo fue que tenía su boca sobre la de Xiao Zhan, sus manos sujetando fuertemente la nuca del otro y sintió unos brazos abrazando su cuello.

– Bo-ge... ayúdame... – decía Xiao Zhan con voz entrecortada y el poco aliento que Yibo le permitía.

Yibo lo pensó... pensó en el contrato, en su determinación, en la interminable lista de amantes de quien estaba ahora bajo su cuerpo...

Y mientras él perdía el tiempo pensando, Xiao Zhan estiró una mano al cajón de su mesita de noche y sacó un condón y lubricante. Yibo volvió en sí cuando sintió que su miembro estaba siendo tocado por las pequeñas manos de Xiao Zhan.

– ¿Qué haces? – volvió a sonar la misma voz aburrida y plana de Yibo.

– ¿Qué crees? – preguntó Xiao Zhan, antes de quitar el juguete de su entrada ya dilatada, tomó las manos de Yibo y lo volteó, para que quedara de espaldas nuevamente. Xiao Zhan se acomodó bien sobre el cuerpo de Yibo, alineando su entrada al miembro erecto de Yibo.

– Habla ahora o calla para siempre, ratón... porque después de esto, no volverás a estar con nadie más que no sea yo – dijo Xiao Zhan en un susurro junto al oído de Yibo.

Aunque Yibo siempre aparentaba calma por fuera, como un gran iceberg al que nadie se atreve a acercarse, cuando algo encendía su chispa, nadie lo paraba. Esta vez no fue algo... sino que alguien. Y no fue una chispa... era un fuego abrasador.  

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