Capítulo XVIII.

36.1K 2K 779
                                    

Capítulo 18 | Cariño

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Capítulo 18 | Cariño

15 de mayo

Casi un mes después las cosas ya se habían calmado un poco.

Alisson estuvo conmigo al menos los dos días que nos quedamos en California. Sabía que a lo mejor se estaba perdiendo muchas cosas de la universidad, pero me sorprendió que hubiese decidido quedarse. Conmigo.

Eso fue lo que más me confundió, y lo que más me emocionó al mismo tiempo.

No sabía que necesitaba un abrazo hasta que lo recibí, tampoco sabía que necesitaba un abrazo suyo solamente, hasta que ella me lo dio.

Congenió más con mi familia, me acompañó a la lectura del testamento donde según ella; me volví más rico de lo que ya soy. Tonto, pero me hizo reír, así que disfruté de su compañía.

Cuando los días empezaron a pasar cada uno volvió a la normalidad, así que yo también hice lo mismo. Volvimos a Nueva York y mi rutina comenzó a ser la misma otra vez. Clases, entrenamientos, más clases y más entrenamientos, en mi tiempo libre iba a la biblioteca para molestar a mi novia gruñona y así ganarme una mala mirada de su parte.

Valía la pena, por supuesto.

Todo con ella valía la pena.

La mañana de hoy prometía ser soleada y despejada. Los rayos de luz caían justo en mi cara a medida que trotaba cada vez con más fuerza que la anterior. No permitía que los músculos de mis piernas me fallaran y daba vuelta tras vuelta, empezando a sentir el sudor bajar por mi cuello.

Las personas frente a mí también lucían cansadas, cada ejercicio era más pesado que los otros e iba subiendo de nivel por cada segundo que pasaba. Mi padre nos estaba exprimiendo otra vez, como si anteriormente no nos hubiésemos esforzado de la misma manera. 

Mis brazos y piernas estaban empezando a doler, además de que mi garganta se sentía seca, demostrándome que necesitaba con urgencia un poco de agua.

Me dediqué a respirar hondo por la nariz, soltándolo de la misma manera para no ahogarme. Solo supe que tan pronto el silbato sonó fue como una luz en medio de la oscuridad

—Terminamos por hoy.

Apenas lo pronunció más de uno cayó rendido sin poder levantarse. Detuve mi trote, quedándome de pie para retirar el casco sobre mi cabeza. Mi cabello que ahora estaba un poco largo cayó de mala manera por mi frente.

Me pasé una mano para retirarlo, al mismo tiempo que respiraba hondo, esta vez usando mi boca entreabierta como si no hubiese recibido aire nunca.

El cuerpo a mi lado se desplomó, cayendo sentado a mis pies

—¿Qué? —le pregunté, completamente agitado—. ¿Ya no aguantas?

—Siento que no respiro —se quejó, intentando que sus pulmones funcionaran—. No siento mis piernas.

El brillo de las estrellas✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora