Fragmentos IV: Rahenyra Velaryon.

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»When the night was full of terrors.
And your eyes were filled with tears.
When you had not touched me yet,
Oh, take me back to the night we met.«
The night we met. Lord Huron.

Rhaenyra conoció al amor de su vida a los catorce una noche mientras le robaba. Le gustaba recordarlo como un bálsamo en su corazón.

Fue un choque. Un:

"—¡Oh! Disculpa mi torpeza."

Una billetera con bastante efectivo y un colgante sin gracia con las siglas H. S que terminó dejándose porque era bonito.

Rhaenyra tuvo una infancia turbulenta, las casas de acogida eran su hogar habitual y, hasta que fue adoptada a los dieciséis, ella había sido ilusionada con casi quince apellidos distintos. Eventualmente obtuvo uno, Velaryon. Eran una pareja con dos hijos que la conocieron un día por coincidencia. De alguna forma curiosa se encariñaron y tramitaron su adopción.

Rhaenyra nunca logró sentirse completamente cómoda dependiendo de alguien más, demasiado tiempo valiéndose por si sola le habían forjado un carácter introvertido y retraído, extremadamente independiente.

Desde los dieciocho disfrutaba más trabajar en un diminuto puesto de café que había logrado instalar. Descubrió que en realidad la universidad no le interesaba tanto como la estabilidad que ese lugar le profería. Apenas tenía dos mesas y un ayudante, pero Rhaenyra era feliz. Disfrutaba su rutina, disfrutaba atender gente y disfrutaba de la tranquilidad.

Un día, cuando Rhaenyra apenas había cumplido diecinueve, la campanilla sonó y entró un sujeto alto, con muchos rizos y hoyelos marcados cuando sonreía. Abrigado, porque hacía frío, y con copos de nieve aún aferrándose a su brillante cabello.

Un café cortado sin azúcar y–. . . —él ojeó la vitrina con algunas muestras de pastelitos—. Uno de esos.

Rhaenyra se los entregó sin ponerle demasiada atención. No era el primer cliente del día, y tampoco sería el último. El sujeto recibió su pedido. El sujeto no se fue, sin embargo, sino que se mantuvo estático en su lugar. Él señaló su colgante mientras daba un sorbo tentativo a su café.

Es bonito —dijo.

No es mío —Rhaenyra acotó, sin ponerle demasiada atención. El hombre alzó sus cejas castañas y se apoyó en el mostrador.

—¿De quién?

Rhaenyra jamás fue una buena mentirosa. Solía olvidar sus propias invenciones o directamente sonrojarse cuando se veía descubierta. Ella se alzó de hombros y limpió su cafetera.

—Mi novio.

El hombre exhaló un sonidito. Rhaenyra comenzaba a perder la paciencia. Él emitió una carcajada. Rhaenyra pensó que no era el momento adecuado para considerar su risa bonita, sin embargo lo era. Era acorde y grave, pero no tan grave, era suave y cálida y la sonrisa se mantuvo en su boca. Y él tenía hoyuelos, y sus hoyuelos también eran muy bonitos.

—¿Qué es lo gracioso? —encuestó, esta vez con una intriga genuina.

Nunca creí que tendría una novia tan bonita —él dijo—. Soy un hombre con suerte.

Rhaenyra recordaba que el día que conoció a Harwin Strong, su cara, efectivamente, ardía por la vergüenza. Después su primer encuentro, las visitas de Harwin se volvieron rutinarias. Él pedía un café sin azúcar, un pastelito y se quedaba junto a ella por al menos una hora conversando. Era una compañía entrañable a la que Rhaenyra se acostumbró y aprendió a disfrutar.

Wicked Game [PGP2024]Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz