Capítulo 4: ¡TÚ!

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Drew Murphy

Ser el único Murphy con carnet de conducir no es tan ventajoso como a algunos les puede parecer, por el contrario, siempre tengo que estar pendiente de los horarios de los demás para llevarlos de un lado a otro. Daisy y Neil ya han dado por asegurado que soy su mayordomo y, bueno, Finn solo me utiliza cuando llega tarde al trabajo. Me gusta conducir, pero la gasolina y el tiempo es oro.

—¡Drew, conduce más rápido!

El grito de Daisy retumba contra mis tímpanos y, por inercia, mi pie se hunde en el acelerador con nerviosismo. La preadolescente se encuentra abrazada a su macuto deportivo y sus deportivas desgastadas tamborilean sin piedad contra el suelo. Neil y Finn, por otro lado, se agarran a los asientos traseros inconscientemente, preocupados por mi estrés, la velocidad y los gritos ansiosos que la menor suelta cada vez que observa la hora en la pantalla de su móvil. 

—¡No voy a llegar!

Mi corazón está apunto de salir de mi pecho y, sin querer, me salto un semáforo. Agradezco que no haya ningún coche de policía cerca, aunque en estos momentos deseo que alguien me arrebate el carnet antes de que acabe matando a alguien por culpa de nuestra impuntualidad. Todos los sábados tenemos el mismo problema, Daisy no se acuerda de programar la alarma y yo estoy tan cansado que no recuerdo que mi hermana tiene atletismo todas las mañanas del fin de semana.

Maldito atletismo, odioso tiempo... ¡Solo quiero dormir!

Llegamos a la entrada del gigantesco polideportivo un minuto antes de que empiece el entrenamiento de Daisy, mi hermana sale disparada fuera del vehículo conforme las ruedas chirrían en el asfalto y, una vez que la observo entrar por la puerta, me tomo varios segundos para hacer un ejercicio de respiración. 

—Drew...

Escucho la voz de Neil a lo lejos y tomando una gran bocanada oxígeno, me percato de que tengo una larga fila de coches tras el mío. Vuelvo a poner el motor en marcha y salgo de allí antes de que algún conductor me toque la ventanilla enfadado. 

—¿Siguiente parada?—Pregunto y Neil murmura la dirección del centro comercial.

Lo dejo a él también y, finalmente, transporto a Finn a su trabajo. Cuando me quedo solo, vuelvo a dejar el coche aparcado y me permito recostarme un rato contra el asiento. Dejo la ventanilla un poco bajada para que el aire mañanero golpeé mi rostro y, en mi interior, deseo volver a la cama aunque sea solo media hora. 

Los sábados son mi único momento de la semana libre, no obstante, siento que mi vida no me permite descansar ni ese día. Trabajo, responsabilidades, pagar las facturas, mis hermanos... A veces solo quiero detener el tiempo y quedarme tirado en el sofá hasta recuperar toda la energía que necesito para afrontar una semana más. 

Cuando siento que por fin puedo volver a respirar, enciendo la radio y la anticuada emisora de música rock acaricia mis sentidos. Estoy muy cansado, el nerviosismo ha sido expulsado de mi cuerpo y, ahora, solo puedo luchar con mis párpados para no quedarme dormido. Las risas de un grupo de jóvenes captan mi atención y, dándoles un rápido vistazo, me percato de que son Kat y Owen, antiguos compañeros de instituto. 

Hace bastante tiempo que no los veo por las frías calles de Whitevillage y tampoco me sorprende darme cuenta de este hecho. La mayoría de mis antiguos compañeros  han abandonado nuestro pueblo, algunos para ir a la universidad o, simplemente, para buscar trabajo.  Es comprensible, al fin y al cabo, nunca he sentido que este lugar tan pequeño posea oportunidades para almas jóvenes.

Los hermanos MurphyWhere stories live. Discover now