Capítulo 12: Tú y yo

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Neil Murphy

TW: Mención de trastornos alimenticios e intento de abuso.

Gwen me confunde.

Yo mismo me complico la cabeza y no sé que es lo que está ocurriendo a mi alrededor.

Pero lo de que sí estoy completamente seguro es que ambos somos unos grandes actores, pues en este mismo instante, apretados en el autobús, Gwendoline intenta regresar a la normalidad.

A una amistad que pensaba que se había destruido en el momento que ella decidió exponer cómo se sentía y yo la besé semqanas más tarde, revuelto de alcohol, nerviosismo y una valentía no muy propia de mí.

Tras la fiesta, habíamos estado encontrándonos cada noche. Nos abrazábamos como si lleváramos años sin vernos, acariciábamos nuestras heridas en proceso de curación y nos mirábamos como si, a través de nuestros ojos, pudiéramos mantener conversaciones íntimas, bonitas y llenas de cariño. El mundo parecía esconderse de la humanidad en mi colchón, sin embargo, ninguno dábamos el siguiente paso.

Lo deseaba, pero no podía.

No soy capaz de cruzar la línea que declarará en voz alta que Gwen y yo dejamos de ser unos simples amigos desde hace mucho tiempo.

Y no soy el único.

Gwendoline prefiere olvidar nuestra revolución sentimental y, desde que su madre decidió reunirse con la familia de Matthew Hollister, furiosa por el rostro hinchado de su hija, ha regresado a su personalidad hiperactiva, bromista y rebelde que la ha caracterizado siempre.

Ya vuelve a sentarse a mi lado en literatura, sonríe sin falsedad y, aunque sigue codeándose con las animadoras y algún que otro chico del equipo de fútbol, almuerza con nosotros en los descansos. Poco a poco su brillo regresa y me gusta admirarlo tanto que tengo que esforzarme para que mis sentimientos no resulten tan obvios.

Me encanta.

Adoro la forma de su sonrisa, el sonido de sus carcajadas y los hoyuelos que se acomodan bajo su boca cuando ríe. Y en el instante en que me percato de ello, mi mundo cae sobre mis hombros: es mi maldita mejor amiga.

La chica con la que crecí.

La niña que luchaba por que Louis y yo le permitiéramos nuestras videoconsolas por unos minutos.

La adolescente que me prometía cuidarme siempre.

Y la persona que me reaviva un intenso cosquilleo en el estómago.

Observo como los rayos de luz intentan colarse por los mechones rojizos de Gwen y el olor a vainilla posee mis sentidos. El autobús está repleto de estudiantes y apenas se puede respirar. Aún así, los mellizos y yo nos quedamos en la esquina. Unos contra otros. Estoy en medio de los dos, el hombro de Gwen roza contra mi tríceps y se sujeta a mi mochila varias veces para no caer por los constantes frenazos del conductor. Louis, al contrario que nosotros, resopla con agobio una y otra vez.

—¡Esto es insoportable! —Le escucho quejarse y tengo que agarrarle del cuello del uniforme cuando el conductor detiene el autobús bruscamente y varios adolescentes se chocan los unos con los otros.

Los hermanos MurphyOù les histoires vivent. Découvrez maintenant