Capítulo 5: oscuridad.

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Finn Murphy. 

Para muchas personas, la época navideña es una de las mejores fechas del año: comida en exceso, fiestas, volver a ver a la familia... Cuesta creer que exista gente con alguna clase de pensamiento negativo hacia la festividad, sin embargo, ese tipo de personas existen y no me puedo sentir más identificado con ellos. 

Mis hermanos llevan desde las cinco de la tarde turnándose para entrar en el único baño de casa con la intención de arreglarse para nochebuena, Daisy no ha dejado de reproducir una y otra vez el disco de villancicos que, desgraciadamente, Gwen le regaló una navidad, y Neil y Drew desprenden un agobio exasperante que no me ha permitido descansar durante todo el día. 

—¡Drew! ¿Has visto las cuchillas para afeitar?

—¡Neil, te he dicho mil veces que estés atento al horno! 

—¡Vamos a llegar tarde! ¡Quiero afeitarme!

No entiendo por qué siempre se desquician cada nochebuena, la cena no es nada de otro mundo, por el contrario, tenemos que soportar las locuras de los mellizos, su madre gritándoles para que dejen de pelearse de una vez y los apretujones de mejilla de su abuela, Martha. Además, todos me felicitan mi cumpleaños como si haber nacido un desgraciado fuera el acontecimiento más importante del año. 

Daisy aparece en mi dormitorio vestida de Mamá Noel y, mientras que nuestros hermanos pelean sobre quién debe entrar primero en la ducha, la preadolescente se sienta a los pies de mi cama con la misma mueca de aburrimiento que yo. 

—No sé por qué intenta afeitarse si solo le nacen tres pelos cortos. —La escucho quejarse a mi lado y no puedo evitar que una pequeña sonrisa burlona aparezca en mis labios. 

Mi hermana pequeña es la típica persona que nunca sabes por dónde va a salir. Siempre tiene un comentario gracioso que rompe con cualquier atmósfera y estoy seguro de que si no fuera por ella me pasaría la mayor parte del día con la mente sumergida en mis preocupaciones. 

Me quedo observándola por unos segundos, su mirada está centrada en la pantalla destrozada de su teléfono móvil y no puedo evitar percatarme de que en ningún momento nos ha suplicado que le compremos un dispositivo nuevo. Daisy ha cambiado bastante, pues antes, si solía pedirnos algún que otro capricho, sin embargo, ahora se conforma con la ropa que hereda de Gwendoline, el escaso dinero que recibe en su cumpleaños o los beneficios que gana al empeñar los regalos que consigue al salir victoriosa en sus competiciones. 

Me entristece.

Todos estamos tan pendientes de nuestros problemas que olvidamos que las necesidades de Daisy siguen dependiendo de nosotros. 

—Daisy, mañana es mi día libre —murmuro sin despegar la vista de sus dedos deslizándose por el cristal roto—. Si te apetece, podemos ir al centro comercial para comprar lo que necesites. 

No estoy atento a su rostro, no obstante, noto como la emoción golpea cada parte del cuerpo de mi hermana. 

—Pero... 

—Es mi regalo de navidad.—Sentencio y Daisy suelta un gritito de alegría.

Me incorporo de la cama  y me dirijo a mi destartalado armario cuando Neil entra en la habitación vestido con una camisa blanca, corbata mal puesta y pantalones de vestir tan negros como su pelo. El mediano camina de un lado a otro, incapaz de atarse correctamente la corbata, y suelta un par de maldiciones que provocan que Drew entre en la habitación con el ceño totalmente fruncido. 

Los hermanos MurphyWhere stories live. Discover now