Capítulo 15: la razón por la que no puedo ser libre.

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Drew Murphy

Finn no nos permitió llevarlo al hospital después de aquel desastroso combate, no obstante, conforme las horas pasaron y su dolor aumentó, él mismo decidió pedirme que le acercara a emergencias. Conduje en completo silencio hasta el hospital más cercano y suspiré derrotado cuando el médico nos informó que tenía dos costillas rotas. 

La preocupación por el mundo en el que Finn estaba hundido se sumaba al sin fin de problemas que cargaba sobre mis hombros y, si no fuera poco, una nueva noticia golpeó nuestra normalidad:  mi hermano se había quedado sin trabajo. A la pequeña empresa no le convenía seguir pagando a alguien que estaría un tiempo sin trabajar y, sin importarles el largo tiempo que Finn había estado junto a ellos, decidieron deshacerse de él. Así de simple.

Su desempleo implica no tener aquel sustento extra que nos permite pagar la mayoría de las facturas y, rápidamente, he tenido que buscar nuevas ofertas de trabajo para seguir pagando los recibos, el psicólogo de Neil o la cuota escolar de Daisy. Violet ha intentado prestarme dinero, no obstante, mi orgullo no me ha permitido aceptarlo. Además, por lo que había podido escucharla hablar con Daisy, la chica tenía planeado marcharse a la universidad después del verano y necesitaría ahorrar para cumplir su sueño. 

Neil también ha intentado ayudarme con el dinero que gana con dar clases particulares a otros estudiantes, pero no he sido capaz de aceptar aquella pequeña porción monetaria. Debe ahorrar todo lo que pueda para cuando termine el instituto y, de esta forma, conseguir marcharse de este pueblo solitario y rutinario.  

Por lo que me queda ninguna otra opción que buscar dinero extra y, como si el cielo me hubiera escuchado, el señor Jagger aparece en la tienda de música una semana más tarde del despido de Finn. 

Harry Jagger es mi jefe y el famoso fundador de la tienda de música. Hace años que se jubiló de esta y me la confío en el instante que cumplí los dieciocho años. Al parecer, le parezco merecedor de ella y solo pasa a supervisar que todo funciona correctamente dos veces al año. Hoy es uno de esos extraños días, no obstante, cuando llega no se detiene a analizar el pequeño negocio. Por el contrario, se peina el bigote puntiagudo con sus dedos y me pregunta:

—¿Tocabas el piano, Murphy?

La pregunta me sorprende, pues nunca se ha mostrado interesado por mis intereses personales. Sabe que adoro la música, ya que solo tiene que echar un vistazo rápido sobre mí para darse cuenta de ello, pero mis talentos musicales nunca les han parecido llamativos. 

—Sí.

 —¡Genial! Un amigo necesita un pianista para una fiesta de gente adinerada y superficial. —Informa a la vez que hace un gesto de asco, introduciendo dos dedos en el interior de su boca para simular una arcada. 

—Bueno, no soy profesional... 

 El señor Jagger no me permite negarme a la propuesta, por el contrario, saca su teléfono del bolsillo y comienza a teclear rápidamente sobre la pantalla. Mi incapacidad por no saber decir que no es preocupante, pues, en menos de diez minutos, ya tengo la dirección del local y a mi jefe eufórico. 

—¡Murphy, eres el mejor! 

Rasco mi nuca sin saber que responder y, para cuando me quiero dar cuenta, los días transcurren como si alguien estuviera pasando las páginas de un libro rápidamente. Paso toda la semana ensayando partituras clásicas en el viejo teclado de mi dormitorio y, un día antes, Oscar me presta uno de sus trajes formales para el evento. 

Los hermanos MurphyOù les histoires vivent. Découvrez maintenant