Capítulo 16: nuevas confesiones.

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Neil Murphy

Gwen se está volviendo una profesional a la hora de ocultar cómo se siente. Desde que regresamos a casa, la pelirroja ha actuado como si no hubiera ocurrido nada. No se ha permitido llorar, encerrarse en si misma o estar triste, por el contrario, intenta mantenerse ocupada con cualquier cosa para no estar más de diez minutos sola. Me preocupa, pero no puedo decir nada. 

En el pequeño motel, Gwen me hizo prometer que no le diría a nadie nada sobre lo que había pasado y, aunque pensaba que la mejor solución era ir a la policía y reportar lo ocurrido, debía respetar que no se sintiera preparada. Al fin y al cabo, denunciar significaba que su familia iba a conocer todo lo sucedido. Confesarle a su madre o a Louis la verdad solo empeoraría su estado y el deseo de olvidar lo ocurrido. 

Quedarme callado me está resultando muy complicado. A veces miro a Gwen hablar con las animadoras del instituto y, bajo su sonrisa, soy capaz de percatarme de que no es la misma persona. Cuando se recuesta en mi cama para dormir, no se acomoda en mi pecho y, mucho menos, roza su piel contra la mía. Me da la sensación de que me tiene miedo y yo no voy a dañarla. Además, su apetito es cada vez menor y los pocos nutrientes que entran en su cuerpo se vuelven visibles en cuestión de días.

Me asusta, me aterroriza y ya no sé qué hacer para evitar que siga cayendo en el oscuro pozo. 

Su perdida de peso no ha pasado desapercibida ante los ojos de todo el mundo. Me parece que a Barbara le hace demasiada ilusión que Gwendoline haya adelgazado tanto y suele remarcarlo a cada momento mientras que las demás animadoras cuchichean sobre cómo lo ha conseguido. Louis y yo estamos tan intranquilos que, prácticamente, nos hemos vuelto su guardaespaldas e intentamos que acabe, al menos, la mitad de sus almuerzos. Gwen intenta hacerlo falsamente, pero, para cuando queremos darnos cuenta, se escabulle y no la encontramos hasta que tenemos que regresar a clase. 

He querido hablar con ella tantas veces que he perdido la cuenta de todas las ocasiones que ha evadido el tema y sigue destruyéndose a sí misma. Me duele no poder hacer nada y la impotencia me persigue. 

Louis no se encuentra mejor que yo y, finalmente, no le queda otra opción que contarle a su madre todo lo que está ocurriendo con ella. No se deja ningún tema. Le habla sobre los comentarios de Barbara y sus amigas, dónde tira la comida que no es capaz de comer, lo preocupado que está... 

Todo se vuelve un caos. 

Y ese descontrol provoca que la tranquilidad en el hogar de la familia Hood se desvanezca. 

Escucho los gritos desde mi cama, el llanto de Gwen, la discusión posterior a que su madre intente hablar con ella y un fuerte portazo que se impregna en las paredes de todo el edificio. Finn mira mi temblor desde su cama, pero yo no soy capaz de devolverle la mirada porque mi mente se encuentra en otro lugar. 

La situación se ha salido de control. Es demasiado tarde para que Gwendoline escuche a las personas que la quieren y la espina de lo que ocurrió aquella noche sigue clavada en mi pecho. ¿Es bueno que siga callándolo? ¿Perdería a Gwen? Realmente me siento muy perdido. Soy consciente de que es su decisión... Pero necesita ayuda.

En medio de todo aquel debate, Louis se escabulle por mi ventana y, sin saludarme, se acomoda en los pies de mi cama, imitando mi postura con la espalda contra la pared. El silencio nos engulle, Finn abandona la habitación para darnos más intimidad, y suspiramos al unísono. 

—No quería verla así...—Su voz está rota y me doy cuenta de que se siente culpable.

Trago saliva para deshacer el nudo de mi garganta y paso un brazo por sus hombros, mostrándole todo mi apoyo. 

Los hermanos MurphyWhere stories live. Discover now