02. Mi abrigo

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Brianna Smith se levantaba todos los días con un firme propósito. Evitar una paliza de su madre.

Y ese día, al ser apenas media mañana se dió cuenta de había fracasado y la esperaba un infierno en su casa.

Algo que últimamente se agravaba con cada vez más frecuencia a pesar de todo lo que lo intentaba para no meterse en problemas.

Aún con lo que parecía pensar su autoproclamado héroe, era la primera vez de Brianna salvando a unos gatitos del agua. Por lo que no sabía que hacer con el pequeño ser sin vida en sus manos y agradeció que él regresara para ayudarla.

El hombre se arrodilló a su lado y la instó a poner el animal en sus manos, comparativamente sus enormes manos envolvieron el cuerpo inerte y tuvo que esforzarse por ser cuidadoso. Boca arriba revelando una panza de pelaje negro brillante, él puso su dedo índice sobre el pequeño pecho y parecía esforzarse por sentir cualquier cosa, por ínfimo que fuera. Brianna apretó sus manos juntas y espero en un silencio contemplativo. No sabía rezar porque su madre era cualquier cosa menos una fiel católica pero levantó sus ojos al cielo y dió una silenciosa plegaria.

- Está vivo.

Ella soltó un pequeño grito y observó atentamente como él inclinó el gatito para que la cabeza quedará más baja que el cuerpo y con dos dedos golpeó ligeramente a lo largo de la panza del animal en una pobre emulación de una reanimación a un humano. Brianna de nuevo se maravilló como sus enormes manos podía reunir tal delicadeza, lo hacían menos intimidante.

Transcurrieron unos largos instantes en absoluta concentración hasta que un chorro de agua salió de la boca entreabierta.

- Mantenga su boca abierta - le pidió.

Ella obedeció eficazmente con sus delgados dedos abriendo sus débiles mandíbulas cuando el gato se despertó en medio de lo que debían ser arcadas y maullidos agudos, en cuanto se detuvieron las arcadas ambos lo soltaron y aunque con paso tembloroso y aspecto de haber sido pateado el minino se puso sobre sus patas y camino sobre la arena en círculos. Brianna aplaudió fascinada y se volvió hacia Sebastián con una brillante sonrisa.

- Gracias, señor.

Él solo la miró fijamente, desde antes, cuando él la sacó del agua y la pegó a su cuerpo en el agua Brianna había notado sus músculos firmes y anchos hombros pero ahora, justo a su lado con uno de esos hombros chocando con el suyo lado a lado, notó su rostro. Tenía ojos claros de un tono azul como el cielo justo antes del amanecer, el cabello muy negro como el carbón que caía hacia atrás largo y enredado, su boca apretada con una inclinación casi grosera.

Pero es que también tenía un temperamento acorde con su aspecto porque de repente maldijo y respondió bruscamente.

- No ha sido nada.

Brianna regresó su atención a los gatitos porque sintió una profunda curiosidad por el hombre que debía reprimir si no quería meterse en problemas, se ocupó acariciando a la camada que al parecer alertados por los berreos se salieron del costal y comenzaron a moverse torpemente y a llorar escandalosamente. Ella sonrió y se maravilló con la energía que tenían a pesar del momento traumante que habían vivido.

- Infiernos - susurró el hombre - Son seis.

- Siete, con nuestro querido amigo - señaló al más pequeño y colorido, que le había dado un terrible susto.

Él volvió a soltar una blasfemia en respuesta, Brianna se preguntó si era algo menos que un mozo de cuadras que no sabía comunicarse sin un insulto cada dos palabras, tenía ese aspecto. Que en su caso era muy grosero.

Amar al vizconde Where stories live. Discover now