23. No soy tuya

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Brianna levantó su rostro y respiró profundamente, el túnel de enredaderas cuidadosamente elaborado le baño las mejillas con un suave rocío nocturno. La refrescó de la sofocante sensación y también la tranquilizó, porque por un minuto podía olvidar dónde se encontraba.

Era una bonita casa la de Lady Hasselhoff y un bonito baile con todos los elementos necesarios para que todos disfrutaran en un baile. Había comida y bebida, había baile y había conversación. En los bailes de taberna de su pueblo se armaba una fiesta inolvidable con menos y Charlotte le había asegurado que lo disfrutaría mientras se quedara a su lado, le recomendó no bailar el primer día y qué beber para que su cabeza no se acalambrara. Lady Sutherland también se encontraba allí y la presentaba como su pupila a todo quien se pusiera enfrente.

Lo disfrutó. Disfrutó viendo los alegres vestidos de amplios colores, viendo las luces que iluminaban y brillaban en cada pared, la música y cierto romanticismo en como los hombres se inclinaban sobre las manos de las señoritas para pedir un baile. Le gustaba como las parejas se cortejaban.

Pero muy rápido esa ilusión se rompió cuando se aventuró más allá de las puertas del salón donde en los rincones oscuros parejas y matrimonios se mezclaban unos con otros, señoritas eran las que se arrodillaban frente a los hombres. Había una habitación con mesas de juego y un fuerte olor a tabaco y rape que impregnada todas las paredes, también habían otras en las que se escuchaban murmullos y gritos ahogados. En otros conversaciones que no le correspondían a ella escuchar, besos que no debería haber visto pero que le rompieron el corazón.

Brianna se sintió incomoda y sin aire al regresar al salón, se dijo que había salido a la terraza solo un momento para tratar de calmarse pero realmente quería quedarse allí por el resto de la noche.

A su lado caminaba en silencio Lord Vissher, con sus manos juntas tras su espalda y los faldones de su chaqueta oscura agitándose por la ligera brisa. Su presencia la tranquilizaba porque había sido un completo caballero y se habían conocido más a lo largo de la noche, Brianna sabía reconocer la verdadera cara de las personas y aunque serio y frío, Lord Vissher era confiable.

— Fantasmas en los jardines... — murmuró él.

Brianna abrió los ojos y lo miró, pero él estaba observando por entre el enrejado de flores y ramas hacia un punto en el jardín oscuro.

— ¿Cómo dice?

— Eh — él se volvió hacia ella con sus ojos castaños casi verdes sorprendidos y más que un poco culpables, negó con la cabeza — Nada. No tome en cuenta mis palabras en absoluto.

Ella asintió y reanudaron su paseo, pero no logró refrenar su curiosidad por más de dos minutos.

— Es realmente excéntrico, pero no lo peor que se me ocurre. Adornar los jardines con fantasmas, me refiero — él la miró de nuevo a lo que Brianna sonrió para hacerle saber que estaba bromeando.

— ¿Que cosa peor se le ocurre?

— Bueno, si yo tuviera un gran jardín como este a mi disposición haría una pequeña habitación con techo de cristal rodeada de preciosas flores y de cuyo conocimiento solo fuera mío.

— ¿Un invernadero? — preguntó Lord Vissher.

Estaba cruzando un giro pensado para conectar con el jardín exterior pero también para regresar hacia el interior de la mansión en un túnel similar en paralelo.

— No, eso es lo que todos harían. Hablo de una real excentricidad — Brianna no debería sentirse tan cómoda con un hombre que apenas conocía de hacía tres días pero la sensación de familiaridad con él era persistente, su sonrisa se hizo más amplia — Yo lo que haría es una biblioteca.

Amar al vizconde Donde viven las historias. Descúbrelo ahora