33. Regresa a mí

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Transcurrieron dos días. Dos días de angustia y dolor.

Dos días de arrepentimientos.

Sebastián esa tarde lluviosa después de estar dos días afuera día y noche se tomó un breve momento para apoyarse en una silla en su estudio, cerrar sus ojos y beber un trago que no adormeció del todo lo que lo inquietaba.

Enormes círculos oscurecían sus ojos mientras que se le había marcado el ceño fruncido que había mantenido desde ese día en las escaleras Houghton, también desde ese día sentía su corazón en un puño doloroso y su mundo caerse a pedazos, no había dormido o comido gran cosa y la perspectiva del futuro se veía igual de apagada.

Escuchó la puerta abrirse y después cerrarse en silencio sin abrir los ojos reconoció el suave andar de su madre incluso antes que se detuviera a su lado y le pusiera una mano en el hombro.

- ¿Sin noticias? - preguntó.

Sebastián negó.

Inmediatamente después de saber que no había llegado a su casa y leer esa extraña nota se fueron a la casa Sutherland para hablar con el cochero que la había llevado y que dijo que la esperó hasta muy entrada la mañana pero que nunca regresó. Interrogaron a las personas del edificio de apartamentos pero nadie la había visto y lo único inusual fue que en la madrugada escucharon a dos mujeres discutir en la calle como si fueran lavanderas. Podría o no ser Brianna una de ellas. Pero no se había sabido nada más.

A la cita en el parque no llegó nadie y cuando cayó la noche ese primer día se sintió como si cayera el primer clavo de un ataúd.

La buscaron por todas y cada una de las calles alrededor de su apartamento y en cualquier camino que podía tomar desde allí hasta la mansión Houghton, sin encontrar ni rastro. Londres era enorme y peligroso, para el segundo día Sebastián salió y se prometió no regresar hasta que la encontrara pero era como atrapar un fantasma en el aire, como si de repente hubiera dejado de existir en el mundo Brianna Smith.

Algo simplemente inconcebible.

Cuestionaron a su doncella pero que explicaba llorando que no sabía nada, también a Lady Houghton y Lord Houghton, pero mientras él despotricaba creyendo firmemente la posibilidad de que ella había huido después de robar dinero como la malagradecida que era, Lady Houghton guardaba silencio con el rostro pálido.

Aunque se sintió tentado a romperle la cara a Lord Houghton, salió furioso de la mansión y se juró que si Brianna aparecía pasara lo que pasara no volvería a ese lugar.

Pero así como la ira estallaba, cuando se tomaba su tiempo para respirar, la desesperanza lo apagaba. Lo dejaba destrozado.

Lentamente Sebastián se había convencido que todo era su culpa, que ella había huido por la propuesta de matrimonio y lo que habían hecho en su apartamento. Se maldijo furiosamente porque podría llegarle algo fatal y sería enteramente su culpa, al salir en la noche se la imaginaba en los peores lugares y con el corazón hecho un nudo había recorrido las orillas del Támesis.

Nate lo había acompañado esa mañana insistiendo que él no se encontraba bien, mientras tanto Dremond acompañaba a Charlotte a visitar las tiendas y a las casas que habían ido a tomar el té. Lord Vissher también buscaba y el duque Saintnight. Este fue el que había propuesto, cuando nadie lo había hecho, que revisaran los burdeles, no porque ella decidiera entrar a uno sino porque habían reportes de proxenetas secuestrando jovencitas para hacerlas trabajar en estos.

Sebastián no sabía si era un alivio o no, no encontrarla allí.

Su madre rozó su cabeza suavemente con su mano trayendo al presente y como alentado, Voltaire se acercó maullando con un tono triste para sentarse a sus pies. Él y los otros dos gatos estarían devastados si ella no aparecía, Sebastián por otro lado, estaría destruido.

Amar al vizconde Where stories live. Discover now