Epílogo

153 17 4
                                    

Brianna inició esa mañana como habían iniciado todas las otras mañanas desde hacía un año ya.

Ruidosas.

Alguien había roto algo otra vez.

Alguien le estaba echando la culpa a otro alguien de nuevo.

Abrió los ojos con un suspiro, un suspiro encantado y feliz porque aunque desde hacía un mes sus noches también eran ruidosas no podía adorar más los motivos que lo causaban. Estaba cansada y aún se sentía un poco dolorida, pero al mirar alrededor de su habitación descubrió que ya era mediodía y aunque era tentador quedarse un rato más, era aún más tentador empezar su dia.

Además, ella siendo una persona madrugadora tenía un límite para las mañanas que pasaba en cama por tanto tiempo.

Presionó su mejilla contra la almohada para mirar el otro lado de la cama donde Sebastián dormía, él se había levantado temprano como todos los otros días pero también había dejado un regalo para ella.

Una rosa para ella, roja, muy roja, esta vez.

No por primera vez Brianna le había dicho que Amelia le tiraría de las orejas por masacrar sus rosales y no por primera vez él negaría con una sonrisa de pícaro sin remedio.

Brianna recogió la flor y se la llevó a los labios para besar sus pétalos, aunque adoraba el detalle y todos los otros regalos con los que él la había colmado, no había uno que quisiera más que su presencia en su vida. Su amor inmenso. Su corazón.

Se levantó y se estaba terminando de lavar y vestir cuando susurros se escucharon muy cerca de su puerta, susurros que reconocía muy bien. Se anudó el cabello en una trenza suelta de medio lado y abrió la puerta con una ceja arqueada.

Dhru y Alex, que se encontraba apoyados en la pared de enfrente se enderezaron al mirarla, con sus manos sospechosamente escondidas detras de sí.

— Buenos días, niños — dijo saliendo de la habitación y cerrando la puerta tras de sí, se acercó para inclinarse a su altura — ¿Qué tal durmieron?

Los dos se miraron antes de acercarse y murmurar al unísono un "bien" para besar por turnos la mejilla que ella le ofrecía, Brianna los sorprendió al rodearlos con sus brazos en un apretado abrazo que los hizo chillar, mientras los apretaba miró hacia abajo donde dos pares de manos estaban manchados con tinta que, al menos, no goteaba sobre la alfombra.

— Hmmm, voy a adivinar — dijo al echarse atrás, miró de uno al otro, ambos con esos increíbles ojos verdes — Trataban de iniciar a escribirle a Jack una carta como les dije y se les resbaló el frasco de tinta, solo necesito saber ¿dónde fue exactamente?

— Fue él — replicaron los dos al unísono, señalando al otro.

Alex, quien con su seria mirada y lealtad absoluta fue el primero en ceder.

— Fuimos los dos — dijo — En el salón de la abuela Amelia, pero no sobre la alfombra ¡lo juro!. Solo que quedará una mancha en el piso aunque comencemos a fregar desde ya hasta los veinte.

Dhru asintió con su carita apenada.

— También rompimos una taza que había en el escritorio — añadió en voz baja.

— Ya habíamos escrito la carta para Jack — continuó Alex — Pero después queríamos escribir un libro.

— Con dibujos — Dhru se animó.

— ¡Una historia! Yo escribiría y Dhru haría los dibujos, Sebastián le enseñó algo y prometió enseñarle más.

— ¡Será buenísima! Mejor que el libro sobre los guisantes.

Amar al vizconde Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ