35. No lo haré

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Una vez afuera de la habitación su fachada de serenidad se desmoronó y dejó a un hombre lleno de odio y rabia, se pasó las manos por el cabello y maldijo en voz alta a un hombre sin rostro y sin nombre. Entonces se sobresaltó cuando su madre habló a su izquierda, se encontraba sosteniendo una bandeja con una taza de té humeante, lo miró con nerviosismo.

- ¿Sebastián?

- Quédate con ella, por favor - apretó su mandíbula - Debo hacer algo.

La dejó perpleja y fue directo a su estudio en busca de las pistolas de duelo exhibidas pero que nadie había sentido la necesidad de usar en dos generaciones.

Se sorprendió al encontrar su estudio ya ocupado. Vissher se levantó en cuanto lo vió entrar

- ¿Cómo está ella?

Sebastián observó a Saintnight, Dremond y Cameron que también estaban en la habitación cerca del aparador de licores, Nate también había llegado en algún momento y se encontraba de pie frente a una estantería y el doctor Lord Darvish se apoyaba cerca de la puerta. Por un momento quiso enviar a todos afuera porque no se sentía muy cordial, pero en lugar de personas vió posibilidades.

Ante su silencio y su expresión sombría Lord Darvish se adelantó.

- ¿Necesita atención?

- Ella está bien. Bien - respondió soltando parte de la tensión con la que apretaba su mandíbula - Quédese un momento, milord.

Pero solo hacía falta que pensara en un solo de los agravios que había sufrido para que todo se le viniera encima de nuevo, se adentró en la habitación y se acercó hacia el escritorio con la silla alta y al aparador detrás.

- Maldición, Sebastián - dijo Nate que reconoció de primero sus intenciones, había estado muchas veces en ese estudio y habían admirado un par de veces las armas - ¿Qué pretendes?

Él abrió la puerta de cristal y sacó las dos pistolas de plata con intrincados gravados en el puño sin molestarse en colocarlas en su respectiva caja de transporte.

- Sebastián, cálmate un rato - intervinó Dremond también acercándose con sus manos en el aire

- Tu no eres así - dijo Nate.

No iba a ser un maldito enclenque frío y calculador cuando le habían hecho lo que le hicieron a Brianna.

- Además nunca es seguro manipular un arma con el temperamento encendido - añadió Lord Vissher.

- No hay de que preocuparse. No pretendo fallar de hombre.

Y más que una amenaza, era un juramento.

- ¿Entonces ya sabes quién atacó a la señorita Smith? - inquirió el señor Cameron mirando con desconfianza las pistolas en el escritorio - ¿Qué ocurrió realmente y qué hacía ella ahí?

Sebastián respiró hondo y flexionó sus manos entorno al respaldar de la silla alta con arcos grabados en la madera, cada hombre en esa habitación tenía poder a su disposición y con suerte la disposición para ayudarlo, tendría que partir de inmediato a Newgate para evitar que se hiciera algo peor con los niños.

Pero, sea quien sea, el responsable se opondría a su intervención. No podía llegar a asaltar a punta de pistola una prisión él solo.

Al menos eso lo comprendía a través de su bruma.

Pero la rabia que sentía actualmente y parecía interminable no le garantizaba que en cuanto lo tuviera enfrente no lo mataría y aunque podía contar con algunos de los presentes como amigos no pretendía arrastrarlos con él. Entonces aparte de todo se encontraba en una encrucijada.

Amar al vizconde Where stories live. Discover now