Capítulo 9. Phêmites

141 19 3
                                    

Desde fuera de lo que un día se conocía como el valle de Khalí ocurrían varios sucesos inesperados para el hada juguetona Lía, mientras ella estaba tratando de mantener su paciencia y control sobre sus poderes.

Los mortales realizaban toda clase de atrocidades para mantener un orden dentro del caos, pero viéndolo desde un punto de vista alto. Mas parecía un intento egoísta por mantener el miedo dentro de los corazones de las personas. Porque el poder del miedo es también un arma bastante poderosa.

Asesinatos en masa, saqueos y violencia era lo que prevalecía en ese momento en las tierras restantes del valle, el pánico reinaba en los pueblos que no habían sido alcanzados por el mar de oscuridad eterna.

La mayoría de los pueblerinos se encontraban tranquilos ante la idea de que el poder que se había desatado proviniera del joven príncipe, pues era conocido por su bondad hacia sus subordinados, pero cuando supervivientes del valle llegaron corriendo hacia Falt-Er con historias de demonios y de la devastación que habían presenciado las cosas no tardaron en salirse de control.

Parecía que alguien había hecho correr las arenas de un reloj gigante, los sucesos parecían demasiado bien sincronizados, escritos de forma cruel, por algún niño que disfrutaba del dolor de sus personajes de tinta.

O al menos así lo sentía Lía que con su magia podía ver el desastre que estaba sucediendo por fuera del valle Khalí.

El hada suspiro cansada por el constante tira y afloja que se desarrollaba dentro de sí misma y decidida recitar las mismas palabras que había dicho el personaje principal para que el molesto dios la dejara en paz.

El hada suspiro cansada por el constante tira y afloja que se desarrollaba dentro de sí misma y decidida recitar las mismas palabras que había dicho el personaje principal para que el molesto dios la dejara en paz

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Al mismo tiempo el villano de la historia se encontraba en medio de un debate interno. Tharlis limitaba frontera con dos países igualmente fantásticos, con diferentes ideologías respecto a la magia y los espíritus.

Mientras que en Tharlis estaba prácticamente prohibida, Vansé la consideraba como peligrosa, pero intrigante, se sabía poco sobre el trato del rey con los conocidos magos pues el país amurallado trataba que se supiera muy poco tanto de su política como de sus creencias religiosas y el país de Aquest que contrariamente a Tharlis, veía la magia como una bendición. De hecho, los primeros eruditos que habían encontrado los escritos antiguos presentados al rey cerdo pertenecían a la ciudad de Aquest.

Como si el universo decidiera que el pozo de culpa en el que se estaba ahogando no era suficiente, de repente, había pasado de ser un genocida a ser un milagro viviente. Un redentor. Una promesa antigua.

Un Phêmites.

—Parece angustiado, majestad— le dijo su Nana con voz suave.

—Me preocupa la cantidad de soldados afectados— respondió agitado el príncipe Asher.

Sus pies se movían ansiosamente cada vez que alguien le llamaba gran phêmites (profeta) No sabía qué era lo que les había dicho la supuesta diosa, pero lo que sí era un hecho era que les había convertido en religiosos de un día para otro.

—¿Todavía no responden al interrogatorio? — preguntó agotado.

Pese a ser soldados entrenados y con orgullo bien formado. Habían sido rotos por completo, en cuanto se les permitió hablar y dar reportes de lo que habían visto solo gritaban o daban cantos, enloquecidos por una revelación aún vívida en sus mentes.

Mucho de lo que decían carecía de sentido.

—Uno de los magos sanadores intentó hacer que el comandante hablara, pero...

No hacía falta terminar de hablar, él había visto de primera mano lo que había causado el encuentro con la deidad.

Soldados en shock o con pérdida del habla. Todos llamándolo el sacerdote o Phêmites de la deidad.

El titulo era exagerado por no decir completamente inadecuado, no se usaba ese tipo de títulos con asesinos. Además, no se usaba desde que su padre había negado la fe de Tharlis.

La antigua religión Thars, que daba sus oraciones al antiguo dios del sol y de la creación Theaorlis.

Aunque nunca se pudo establecer si aquel dios seguía vivo pues desde hace treinta años, durante el reinado de su padre se habían destruido los templos y las reliquias que conectaban con este.

Sus pensamientos se vieron interrumpidos por la entrada de su ayudante.

El hombre parecía haber envejecido en menos de tres noches. Sus manos temblaban mientras ingresaba a la oficina improvisada del príncipe.

Había un miedo marcado en su cuerpo y no solo en él, sino también, en varios de los magos que estaban del lado de su majestad.

Asher evitó hacer una nueva expresión de dolor, trataba que no le importara como lo miraban. Solo los dioses sabían cuánto le había costado proteger a sus soldados y aliados.
A aquellos que admiraba.

El asistente se inclinó delante del joven de cabello negro y respiró profundamente para que su cuerpo dejara de agitarse.

La imagen le pareció cómica al príncipe, en el pasado siempre era al revés.

"Siempre viví asustado de toda la responsabilidad que se me impuso"— pensó.

—Informa. — Ordenó con voz apretada.

El joven príncipe, aunque fuera poderoso, seguía siendo un niño.

Y estaba aterrorizado.

—Aislamos a los supervivientes tal como ordenó, los nobles que siguen siendo fieles a su majestad, fueron tratados con el mayor respeto, como dicta la ética. — Respondió.

—¿Se encuentran molestos por la ubicación? — preguntó el príncipe.

—En lo absoluto, — pasó el peso de un pie a otro.

—Están muy agradecidos por su amabilidad, majestad.

—No dejan de decir...— comenzó a hablar dudoso su asistente.

El soldado tomo fuerza de donde no la tenía, para nadie era un secreto que su majestad tenía un poder incomparable, pero que se le revelara que, gracias a él, había llegado una deidad al mundo le impedía incluso respirar con tranquilidad.

Los dioses en su mayoría son crueles y despiadados, pero incluso así se sabía que al mundo llegaría un dios del linaje Tharlis que cambiaría el mundo para siempre.

Aunque lo que había sucedido era terrible, no se podía borrar la bondad y buenas acciones del pasado. Por eso muchos siguieron al príncipe a pesar del miedo que sintieran. El soldado respiro profundo por tercera vez en tan solo un minuto.

—Dicen que usted es un Phêmites, el encargado de hacer venir al mundo espiritual al terrenal. — Respiró con su espalda recta para poder continuar hablando y mirar a los ojos a su majestad.

—También siguen solicitando una audiencia con usted.

—También siguen solicitando una audiencia con usted

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.



El juego del hada malvadaWhere stories live. Discover now