4.- No puedes vivir sin mi.

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La mañana siguiente fue muy parecida al día anterior, desayunaron todos medio dormidos y fueron a entrenar de nuevo. A Gavi ese día le había costado un poco más despertarse y Pedri había tenido que llamar un par de veces a su puerta metiéndole prisa. Ahora estaban volviendo a los vestuarios después de un entrenamiento igual de duro y agotador que el primero. Pablo se quitó la camiseta en cuanto entraron y la utilizó para secarse el sudor de la cara mientras algunos de sus compañeros se iban metiendo en las duchas. Se sentó en el banco delante de su taquilla y vio como Pedri le seguía hasta dejarse caer a su lado.

-Buah, me duele todo - Se quejó el canario mientras se quitaba también la camiseta y se agachaba para desabrocharse las botas.

-Es que estás viejo ya - Contestó Pablo con una sonrisa de lado. Pedri se giró a mirarle con los ojos entrecerrados y le lanzó la camiseta sudada, haciendo que el menor soltase una carcajada.

-Solo te saco dos años, listo - Dijo mientras se levantaba para sacar su mochila de la taquilla, cogiendo las cosas y quitándose el pantalón corto - Me voy a duchar que al final siempre somos los últimos.

Pablo asintió mientras se levantaba también y se entretenía sacando sus cosas para evitar mirar a su amigo que se dirigía a las duchas solo en ropa interior y chanclas. Le siguió pocos minutos después, dándose una ducha con agua fría que le sentó de lujo, logrando quitarse el calor pegajoso de Qatar. Una vez terminó, salió distraído y se encontró a Pedri delante del lavabo en el espejo del baño intentando peinarse. Tragó saliva al ver que solo llevaba una toalla atada a la cadera, al igual que él. Se acercó para ponerse a su lado e imitarle pasando los dedos por su propio pelo mojado mientras su amigo le sonreía al verle en el reflejo.

Lo intentó, de verdad que lo intentó. Pero Pedri estaba ahí, prácticamente desnudo. Y Pablo era débil. Así que no pudo evitar que su mirada se moviese de su propio reflejo en el espejo, al cuerpo del contrario. Le caían gotas de agua por el pecho y Pablo se quedó embobado mirando una que bajaba por su abdomen y se colaba por debajo de la toalla.

-¿Qué miras tanto? - La voz de Pedri le sorprendió y dio un pequeño salto apartando la mirada del golpe y subiéndola a los ojos de su amigo. Este le sonreía de lado, con una mirada indescifrable, que hizo que un escalofrío le recorriese de arriba a abajo. Sabía que Pedri solo le estaba vacilando, pero estaba muerto de vergüenza. No sabía dónde meterse. Aunque entonces vio cómo los ojos del canario bajaban esta vez por su cuerpo, haciendo el mismo recorrido que los suyos habían hecho. Y sintió una punzada de calor en el abdomen cuando se quedaron fijados en la V de sus caderas donde la toalla tapaba el resto de su cuerpo. Pablo se pasó la lengua por los labios y sonrió dejando de lado su vergüenza.

-¿Y tú? - Le contestó con el mismo tonto que había hablado él.

Pedri le miró de nuevo a los ojos unos segundos y rió negando con la cabeza mientras se separaba del lavabo y se daba la vuelta sin responderle. Antes de irse, le dio una palmada en el culo y el guiñó el ojo a través del espejo con una sonrisa mientras desaparecía hacia los vestuarios.

¿Qué cojones acababa de pasar?

Pablo suspiró mirándose una última vez en el espejo antes de darse la vuelta y volver a los vestuarios también. Una vez se habían cambiado todos, salieron para subirse al autobús y volver a la Universidad. Parecía que el momento de las duchas había quedado olvidado y Pedri hacía bromas a su lado en el asiento del bus, como si nada. Pero Pablo no era tonto y sabía que había algo ahí, que crecía cada día entre los dos. Una conexión o... algo parecido a atracción. Le daba miedo llamarlo así, pero no encontraba otra palabra para identificar lo que pasaba entre ellos. Sabía que Pedri tenía que haberse dado cuenta también. Era imposible que no notase cómo cada vez se miraban más, o de una forma distinta, cómo cada día que pasaba buscaban una excusa para tocarse o sentirse cerca. Siempre habían sido cercanos, cariñosos. Pero últimamente, había algo más ahí, algo que ninguno de los dos se atrevía a nombrar o explorar. Y quizás eso era lo mejor. Así que Pablo hizo lo que siempre hacía, decidiendo ignorarlo y guardar esos pensamientos al fondo de su mente.

Cafuné | Pedri & GaviWhere stories live. Discover now