3.- Podemos intentarlo.

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En cuanto Pablo abrió los ojos al día siguiente, tuvo que volver a cerrarlos con un quejido cuando la luz que se colaba por las ventanas se hizo demasiado molesta. Por unos momentos, no supo dónde estaba, demasiado dormido como para pensar. Hasta que su mente pareció hacer click y todo lo que pasó la noche anterior le vino de golpe. Se sentó en el sofá abriendo los ojos, todo rastro de sueño olvidado, y miró a su alrededor. Efectivamente, estaba en el salón de Pedri.

Mierda, mierda, mierda. Pensó frotándose los ojos.

Algunos recuerdos estaban un poco borrosos, pero otros los recordaba al detalle. La discoteca, el alcohol, los besos con desconocidos... todo aquello era un lío de flashes y momentos sueltos que casi que prefería no recordar con claridad. Esa parte de la noche era un caos completo en su mente. Por una parte, agradecía al alcohol por ayudarle a olvidar el desastre que había sido, pero por otra, odiaba haber perdido la cabeza así. Sabía que había sido irresponsable, que cualquiera podría haberle visto llorando en medio de la calle o aún peor, liándose con un tío. La podía haber cagado mucho.

Recordaba más o menos el frío, la llamada a Pedri y las lágrimas, pero le frustraba no poder acordarse exactamente de lo que había dicho en ese momento. Sin embargo, el resto de la noche, desde que se subió al coche de Pedri, no lo olvidaría nunca. No había alcohol suficiente en el mundo que le hiciese olvidar. Se acordaba de lo atento que había sido Pedri con él, de lo bien que le había tratado. Se acordaba de sus celos, del chupetón y de sus propias confesiones. Se acordaba de sus manos, sus caricias y sus abrazos. Y sobre todo, más que nada, se acordaba del beso que habían compartido. Había sido débil, un cobarde, por pedirle a Pedri cosas que sabía que no debía. Se sentía avergonzado por haber expuesto su corazón de esa manera, después de tanto tiempo intentando protegerlo. No se podía creer la mitad de las cosas que había hecho esa noche. Le había preguntado a Pedri que si le seguía queriendo, le había pedido un beso, había intentando llevarlo más lejos. No podía arrepentirse del todo, pero sabía que aquello solo complicaría más las cosas. Su corazón y su mente estaban más confundidos que nunca. Y era todo su culpa, por ser un idiota y no saber controlar sus propios sentimientos.

Escuchó ruidos en la cocina y su cuerpo se tensó, dándose cuenta de que o Fer había vuelto o Pedri estaba ya despierto. No se veía capaz de levantarse para comprobarlo. Le aterraba enfrentarse a la conversación que sabía que iban a tener, porque no podían ignorar la noche anterior como si nada. Le daba tanto miedo lo que pudiese pasar, que se planteó irse sin decir nada, simplemente desaparecer antes de que se diese cuenta.

No lo hizo, porque ni él podía ser tan cobarde, pero las ganas de huir eran enormes. Cogió su móvil, que en algún momento había acabado tirado en la alfombra, y vio que era casi la 1 de la tarde. Envió un mensaje rápido a su madre, pidiéndole perdón por no avisar de que dormía fuera y prometiendo contarle todo cuando llegase a casa. Suspiró pasándose una mano por el pelo y se obligó a levantarse del sofá, sabiendo que en algún momento tenía que hacerlo. Cuanto antes viese a Pedri, antes podía irse a su casa y hundirse de nuevo en la miseria. Tenía claro que pasase lo que pasase iba a doler. Había varias opciones: Pedri estaba enfadado con él y no quería ni verle o iba a hacer como si no hubiese pasado nada y seguiría ignorándole o le iba a decir que todo había sido un error... tantas opciones y ninguna le gustaba.

No podía retrasarlo más, así que se colocó la ropa como pudo y se pasó las manos por el pelo en un intento de peinarse mientras se acercaba con pasos cortos a la cocina. La puerta estaba cerrada y en cuanto se vio con suficientes fuerzas, la abrió despacio, dándose cuenta en seguida de que no era Fer. No tuvo tiempo ni para fijarse en lo que estaba haciendo Pedri, porque el canario le había escuchado entrar y ya se había girado para mirarle. Tragó saliva mientras daba unos pasos más, adentrándose en la cocina con timidez. Pedri estaba parado delante de la encimera y parecía igual de nervioso que él.

Cafuné | Pedri & GaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora