11.- Estoy bien.

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Pablo se arrepintió de lo que había hecho en casa de Balde cuando tuvo que soportar durante toda la semana las provocaciones del canario. Pedri era bastante más sutil que él, pero conseguía volverle loco con cualquier mínimo gesto que hiciese. Durante los entrenamientos, se levantaba la camiseta para secarse el sudor cuando sabía que le estaba mirando, le dedicaba miradas que le hacían estremecerse, le rozaba en caricias no tan inocentes cada vez que podía...

Y bueno, los vestuarios eran otra tortura. Pedri había decidido que su nuevo hobbie era pasearse en ropa interior por el vestuario. Iba a la ducha, se le olvidaba algo y volvía, y así tantas veces que Pablo empezaba a marearse de tanto mirarle. Y cómo olvidar, la vez que ambos salieron a la vez de las duchas y Pedri, con una sonrisa que indicaba que sabía lo que estaba haciendo, dejó caer "accidentalmente" la toalla al suelo. Pablo estaba que se subía por las paredes, sus mejillas constantemente sonrojadas y su polla confundida por tantas idas y venidas. Que si ahora estoy cachondo, que si ahora me relajo, que de repente estoy cachondo otra vez... Así todo el rato. Todavía podía sentir las manos de Pedri en su cadera, había dejado las marcas de sus dedos grabadas en su piel y era un recordatorio constante el momento que habían compartido en casa de Balde. Mentiría si dijese que no se había hecho unas cuantas pajas esos días al llegar a casa, era algo ya necesario para su supervivencia o tenía claro que no iba a salir de esa situación sin perder la cabeza.

Y a pesar de todo, el corazón de Pablo seguía perteneciéndole al canario por completo. Pedri era la única persona del mundo con la capacidad para tenerle así durante una semana entera y aún así, seguir enamorándole. Porque aunque se pasaba los días tentándole y provocándole, también le miraba como si le adorase, le acariciaba con cariño y le decía cosas como "Qué ganas de verte mañana" o "Echaba de menos esto" que hacían que el corazón de Pablo se ablandase. Su mente no paraba de gritarle que tuviese cuidado, que estaban jugando a algo muy peligroso y que lo iban a acabar pasando mal. Pero su corazón estaba tan contento por la atención que recibía de Pedri, que no se veía capaz de frenar lo que pasaba entre ellos.

Era día de partido y Pablo llevaba con un mal presentimiento desde que habían llegado al campo. Intentó ignorarlo y no darle muchas vueltas, porque en principio todo estaba yendo bien. Pedri y él habían salido de titulares, iban ganando y estaban ya en la segunda mitad del partido. ¿Qué podía salir mal? Cuando Robert metió el segundo gol del partido, Pedri corrió hasta ellos y se abrazó a Gavi para celebrarlo, y el sevillano se olvidó todo sobre malos presentimientos y decidió disfrutar el partido en condiciones. Quedaba apenas media hora para que terminase, el marcador estaba a su favor y todo era perfecto.

Hasta que dejó de serlo.

Pedri acababa de recuperar el balón y corría con él a sus pies buscando a alguien a quién pasárselo. Cuando Pablo vio al jugador del equipo contrario acercarse al canario a una velocidad inhumana y con expresión de determinación, supo lo que iba a pasar antes de que lo hiciese. Una falta, la cabeza de Pedri impactando contra el suelo, los tacos de las botas del jugador contrario chocando con su frente y el silbato del árbitro que paraba el partido. Eso fue todo lo que pudo procesar desde donde estaba al otro lado del campo. Se quedó congelado, mirando a Pedri caer al suelo con un grito de dolor, y sintió su pecho encogerse. No había parecido nada grave al principio, pero Pablo empezó a agobiarse cuando Pedri no se levantó del suelo. Empezó a andar hacia él casi por impulso y cuando vio al resto de sus compañeros correr hacia Pedri, aceleró el ritmo. Se había formado un corrito de jugadores alrededor del canario, que seguía sin levantarse, y Pablo no podía ver nada.

-Gavi - Le llamó Ronald cogiéndole de los hombros para frenarle cuando intentó abrirse paso hasta poder llegar a Pedri - Relájate, está bien.

-¿Está bien? - Preguntó agobiado, apartando la mirada de las piernas del canario que era lo único que lograba ver entre la gente para fijarla en los ojos de su compañero - ¿Cómo lo sabes?

Cafuné | Pedri & GaviWhere stories live. Discover now