4.- Volver a la rutina.

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Era día de entrenamiento y Pedri estaba ya en el vestuario, cambiado y terminando de atarse las botas. Estaba nervioso y sabía que se notaba. Marc y Frenkie no habían parado de lanzarle miradas extrañadas desde que había entrado y había estado a punto de chocarse con Kessie por estar demasiado distraído. No podía evitarlo, sabía que en cualquier momento Gavi entraría por esa puerta. Estaba deseando verle, igual que siempre, pero era la primera vez que se veían desde que habían decidido ser amigos. No sabía cómo actuar, no sabía cómo le iba a tratar Pablo. Y los nervios le estaban matando.

-¿Necesitas ayuda? - La voz de Ferran le sorprendió y se giró para mirarle. Su amigo se había acercado hasta él y le sonreía mientras señalaba sus botas. Se las había dejado a medio atar por estar demasiado metido en sus pensamientos.

-Cállate - Resopló con una sonrisa, terminando de atráselas rápido y levantándose del banco en el que estaba sentado.

-Tío - Dijo Ferran poniendo una mano en su hombro - Va a salir todo bien, ya verás. Deja de preocuparte tanto.

Se lo había contado todo el día anterior. Le había llamado en cuanto Pablo había salido de su casa, necesitando que alguien le asegurase que no estaba haciendo una locura. Ferran le había dicho que le parecía buena idea, que no podían estar ignorándose toda la vida y que echaba de menos poder ser todos amigos. Sin embargo, también le había advertido de lo difícil que iba a ser y le había pedido que tuviese cuidado, que no se dejase llevar. Pedri sabía que tenía razón, pero no sabía cómo hacerlo.

-Te espero en el campo - Volvió a hablar el valenciano, dándole un apretón en el hombro - No estés tan nervioso, anda, que es raro verte así.

Pedri sonrió asintiendo y Ferran salió al campo con Ronald y Jules mientras él se entretenía doblando su ropa y metiéndola en su taquilla. En cuanto escuchó la voz de Pablo por el pasillo, supo que era él. Se giró a tiempo para ver cómo el sevillano entraba al vestuario hablando con Robert y estaba tan guapo que tuvo que apartar la mirada. Tragó saliva cuando vio de reojo que el menor se acercaba a él con algo de timidez y dejaba su mochila en el banco a su lado. Pablo estaba igual de nervioso, llevaba desde que se había despertado pensando en ese momento, en qué hacer, qué decir. No sabía cómo funcionaba su nueva amistad, si podía tocarle, si podía abrazarle, si a lo mejor todo eso era demasiado y tenía que conformarse con palabras y sonrisas. No sabía nada, pero ver a Pedri en el vestuario, le había hecho olvidarse de todo. Las ganas de acercarse a él, ahora que podía, eran demasiado grandes como para detenerse a pensar.

-Hola - Dijo el sevillano y Pedri se giró para mirarle, viendo cómo le dedicaba una sonrisa nerviosa. Un simple gesto que pareció tranquilizarles un poco a ambos.

-Hola - Contestó devolviéndole la sonrisa y cerrando su taquilla para tener algo que hacer con las manos. Era una tontería, pero su corazón parecía estar montando una fiesta en su pecho al ver que Pablo se había acercado a hablarle.

-¿Te importa que...? - Empezó a decir Pablo, cortándose para morderse el labio antes de señalar la taquilla que tenía delante. Le daba vergüenza preguntar, pero tampoco quería asumir nada - ¿Te importa que vuelva a usar esta taquilla? Ya se lo he dicho a Ansu.

Pedri se giró y vio al otro lado del vestuario como Ansu sonreía intentando no mirarles de la forma más disimulada que podía. Siempre habían tenido las taquillas juntas, pero los últimos meses Gavi se la había cambiado a Ansu para no tener que estar tan cerca del canario. Y Pedri sintió la presión en su pecho disminuir ligeramente al darse cuenta de que Pablo quería su antigua taquilla, a su lado.

-Claro que no - Dijo rápido, seguro, negando con la cabeza mientras su sonrisa se ensanchaba - Siempre ha sido tuya.

Pablo volvió a sonreírle, encantado con la respuesta, y Pedri maldijo a su corazón por acelerarse tanto solo por una simple sonrisa. Aunque de simple tenía poco. La sonrisa de Pablo era tan bonita, tan sincera y tan suya, que no pudo evitar la felicidad que le llenó por dentro. Se sentía un auténtico idiota por emocionarse tanto por cosas así, pero llevaba tanto tiempo soportando estar alejado de Pablo, que el más mínimo gesto le hacía querer dar saltos de alegría. Se quedaron en silencio mientras el sevillano sacaba su equipación para entrenar y Pedri no sabía que hacer, no quería irse, pero no tenía nada más que hacer en el vestuario. Cuando Pablo se quitó la sudadera y la camiseta que llevaba, supo que no podía quedarse más tiempo ahí. Su mirada le traicionó y recorrió el cuerpo del sevillano rápido, seguía siendo tan jodidamente perfecto. Pedri tuvo que apretar la mandíbula para contener las ganas que tenía de tocarle. Tenía que salir de ahí.

Cafuné | Pedri & GaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora