XXVII.

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Luna Páez

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11 DE OCTUBRE

Más de un mes sin escribir ni una palabra en este diario, en el cual antes escribía a todas las horas. Supongo que eso se debe al cambio tan grande que ha habido en mi vida, sobre todo a raíz del accidente de coche que tuvimos Liam y yo.

Hablando del accidente, tanto yo como mi mejor amigo ya estamos bien, ya no tenemos ninguna escayola, ningún collarín... Pero lo que sí tengo es un trauma que se los estoy escondiendo a todos. Cada vez que me monto en un coche, es peor que entrar a una casa del terror, el sudor empieza a recorrer todo mi cuerpo, cada segundo que pasa noto como me llega cada vez menos aire, mi cabeza se llena de imágenes haciendo que mi cuerpo tiemble. Siempre busco una excusa para ponerme en la parte de atrás, ya que en el asiento del copiloto es como si volviera al momento exacto del accidente. El terror invade mi cuerpo en cada coche que pasa por nuestro lado haciendo ese típico ruido que te hace pensar que pasa a milímetros del coche en el que vas. Noto las miradas de mi hermano y de Pedro, constantemente cuando estamos en el coche, se que ellos notan algo raro en mi, pero lo escudo lo suficientemente bien como para que no noten mi verdadera situación.

Necesito mencionar el tema de Liam, el tema que me rompe en trizas y me hace tan débil. Después de que me contó toda la verdad, nos pasamos horas en esa habitación hablando, llorando y logré convencerle. Conseguí que aceptara ir a un centro de rehabilitación, por el tema drogas y tema depresión, mi hermano lea conseguido una psicóloga increible. Liam lleva ya dos semanas en rehabilitación, en un centro de lujo de Barcelona. Ese lugar es el mejor al que podía ir, a los trabajadores realmente les importan sus pacientes, los cuidadores nos dicen todo lo que hacen y dejan de hacer, nos cuentan a detalle cómo se comportan al no poder consumir...Ya que ya soy mayor de edad he podido poner que yo soy como la tutora de Liam, asi que soy yo la que recibe todos los informes toda la información, pero eso no quita que Pablo y Pedri no se preocupen, ellos preguntan todos los días por Liam y ya me han acompañado dos veces a visitarlo. Yo voy a visitarlo todos los días, ya que sigo de baja hasta mañana y pues no he tenido ningún problema para ir. En esas visitas nos las pasamos hablando, pero lo que yo intento es animarlo, hacerle olvidar todo lo malo, hacerle feliz, hacerle ver que no está solo... Tanto él, como los médicos me afirman que está mejorando muchísimo, de hecho los que trabajan allí me dijeron que nunca habían visto a una persona que lo llevara tan bien. Cada vez que voy y me dicen que va todo mejor que el día anterior, me siento la mujer más feliz del mundo, pero Liam no puede bajar la guardia, en una semana le dan el alta y estando fuera es muy fácil volver a caer.

La verdadera razón de que haya vuelto a escribir aquí, es que en apenas un cuarto de hora, el canario viene a recogerme para ir a una comida. La cosa no es la comida, sino con quien es esa comida. Prefiero que sea hasta con la persona que más odio en el mundo, pero no, tiene que ser mis padres. Bueno mis padres sólo no, Pablo y Pedro me van acompañar en esa tortura. Me dan tanta rabia, me dan tanto coraje, ni siquiera vinieron cuando casi me muero por un accidente de coche, pero vienen para ver un partido de Champions en el que juega mi hermano y encima me obligan a ir a la estúpida comida familiar. Para sentirme más cómoda, he invitado al canario a la comida, ellos querían comida familiar y Pedro ya es parte de ella. Otra cosa importante a tener en cuenta es que mi padres no saben nada, no tienen ni idea de que el canario ya no solo es el mejor amigo de su hijo, si no que también es mi pareja. Estoy nervioso por darles la noticia, pero me relaja saber que no van a decirme ninguna de las suyas delante de él.

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Cerré mi querido diario y lo guarde en mi mesilla de noche. No era muy aficionada al maquillaje, pero era aficionada a no escuchar quejas de mis padres, así que cogí el poco maquillaje que tenía y me empecé a preparar mientras hacía tiempo hasta que viniera Pedri. Tras unos cuantos destrozos en mi cara por exceso de base, terminé, y me acabé de vestir. Cuando me estaba subiendo la cremallera de las botas, escuché el timbre de mi casa, así que acabé de ponerme el calzado y baje. Al abrir la puerta, allí estaba él, el canario con ojos marrones que me tenía tan enganchada a él.

Mis fotografías favoritas [Pedri González]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora