Con amor, Quackity━━━━ a. quackity ✓

xxiv. ¿y ahora qué?

꒷꒥⭑ ⸱ ▮XXIV . . . ! ⿻ ─ ❨🕹️❩ ˚
✧｡˚❪ ¿y ahora qué? ❫ ˟╰╮.

quackity's pov

Habían cosas que mi mamá solía decir en las que no soy muy bueno. 

Como lavar los platos sin dejar un charco bajo mío. 

Obedecer a mis hermanos. 

No decir malas palabras. 

Ver las intenciones de las personas a la primera, y bendita sea mi madre que tuvo razón. 

Yo sabía que Iván y Verónica vivían juntos desde el principio, luego de su tweet, mi chat y mis alarmas eran solo eso, hasta el punto que tuve que bloquear la palabra Spreen durante las dos primeras semanas. Aunque suene tonto, no le tomé mucha importancia. 

Porque, pos mi pequeño crush con ella —según mi hermana no tan pequeño, pero quién la cuenta— sabía que no pasaba nada entre ellos, ni siquiera bromeaban con ello en los clips y el único interés amoroso que se le conoció a mi Vero fue Carlos Carlitos. 

Pero no me había detenido a pensar en qué pasaba por el lado de Spreen, hasta ahora. 

Como la última vez, María y yo estábamos algo alejados de la música y el bullicio, sentados en un sofá en una esquina, bueno, Verónica ya llevaba... perdí la cuenta de cuántas copas llevaba encima, pero se me hacía divertido verla en ese estado. 

—Es un pendejo —murmuro sin abrir mucho la boca, sonreí y le di un sorbio a mi trago que era más coca cola que alcohol—, ¿así se dice, no? Pindejo. 

Me di la tarea de extender su vocabulario. 

—Of course, milady —dije y ella sonrió tanto que noté los hoyuelos en sus mejillas, su rostro estaba sonrojado pero no sabía si era por el alcohol o la cercanía que imponía entre nosotros sin que se de cuenta. 

Aun traía puesto el corset y los pantalones prestados, pero encima también traía el abrigo que le di cuando la vi tiritar por el aire acondicionado, al igual que mi gorro que ahora lo traía ladeado. 

—¿Te puido decir un secreto? —susurró, mi corazón empezó a latir fuertemente dentro de mi pecho al sentir su aliento contra mi cuello, probablemente ella no se daba cuenta de lo que ocasionaba en mí. —Eres muy lindo. Me gustas. 

—¿Ah, sí? Nambre que coincidencia, tu también a mi. 

—¡Yujuuuu! —gritó alzando los brazos, abrazándome por los hombros y plantándome un beso en la mejilla. 

Solté una carcajada y ella me robó mi copa para tomársela, al acabarla intentó ponerse de pie para ir por otra, pero apenas noté el tambaleo en ella, la jalé del borde de sus pantalones para que se volviera a sentar, cayendo sobre mis rodillas.