Oscuridad

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Compartían la tarde en alguna parte despejada, pero de visible naturaleza pacífica. No hablaban, simplemente observaban el atardecer. Gumball se recargaba en el hombro de Penny; sus pensamientos, estando lejos de toda preocupación, le hicieron desviar la atención al rostro de su amada, quien le sonreía, haciendo que su corazón bombera a un ritmo acelerado, provocando una corriente cálida viajando por su pecho.

El momento era perfecto, aunque, sin saber cómo, la tarde se desvaneció, devino la noche y no supo cuando comenzó a correr.

¿Dónde estaba Penny? ¿Hacia dónde estaba corriendo?

—¡Penny! —gritó con todas sus fuerzas.

Un sentimiento desconcertante empezó a invadirlo, como si algo terrible estuviera a punto de pasar. Paró de correr, se sentía abrumado por la oscuridad y naturaleza del bosque. Los troncos asimilaban paredes que se alzaban para encerrarlo cada vez más; la noche no parecía real sin estrellas en aquel panorama; no había ningún ruido externo. La sola idea de adentrarse más parecía una locura, pues lo desconocido y oculto de entre las malezas le parecía siniestro.

Lo ponía nervioso la pesadez de los alrededores, como una película de suspenso. Se sentía recluido y desesperado.

—¡Penny! —volvió a gritar con lágrimas formándose en el borde de sus ojos.

En su pecho comenzaba a fallar la respiración, experimentando como se sofocaba al pasar de los segundos. Cayó de rodillas y empezó a sentir como el agua salada corría por sus mejillas. Los árboles cada vez estaban más cerca, cerrando el espacio que quedaba para atraparlo completamente en la penumbra. No había sonido como tal en el ambiente, pero él podía escuchar en su cabeza una especie de martilleo, convirtiéndose en algo insoportable que lo estaba alterando. El ahogo y el malestar lo superaron.

Despertó.

Su corazón estaba latiendo presurosamente mientras trataba de ajustarse a la realidad. Sus ojos analizaban el alrededor; estaba en su habitación. Trataba de controlarse mientras que, con la yema de sus dedos, podía percatarse de la humedad que deslizaba por sus mejillas. Era de las pocas veces que lograba conciliar el sueño y se convertía en una pesadilla. Claramente aún le pesaba el asunto de Penny, aunque tratara de dejarlo de lado, siempre volvía a recordarla de alguna u otra manera, consciente o inconscientemente.

Pasados los minutos su cuerpo se estabilizó, pero su mente era aún un revoltijo de emociones y pensamientos automáticos. Le costaba no dar cabida a tonterías, después de todo ya no podía dormir y su mente trabajaba a un ritmo impresionante.

Quería compartir aquello que lo estaba atosigando, pero no sabía como hacerlo. Allí estaba Darwin, durmiendo plácidamente después de haber estado estudiando gran parte del día. ¿Sería capaz de despertarlo en plena madrugada para hacerlo escuchar su molestia? ¿Cuántas veces ha hecho lo mismo desde que Penny se fue?

Antes no le hubiera importado actuar impulsivamente, pero ahora desconocía que era lo que lo estaba deteniendo.

Sentimiento inconclusoМесто, где живут истории. Откройте их для себя