Durante la desesperación...

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Fue arrastrado hasta una de las aulas. Seguido de eso, sintió como lo sentaron de golpe en una de las butacas.

—¿Le ataste bien las manos?

—¡Claro que sí!

—Bien, vamos a buscar a los demás —comentó uno de sus atacantes.

El ruido de pisadas era cada vez más lejano del sitio. Gumball se quedó solo tratando de jalar el máximo aire posible como prioridad momentánea. Estaba completamente desorientado, no sabía qué estaba pasando y tampoco podía pensar con claridad la situación. Su mente no estaba para armar rompecabezas y llegar a la conclusión de quienes eran los causantes o el porqué, aunque la respuesta fuera muy obvia sobre quienes buscaban lastimarlo.

El pánico aumentaba a cada segundo al tratar de desatar sus manos sin éxito. El tiempo que pasaba en el aula, aparentemente solo, se tornaba tortuoso con el tic tac imaginario.

De repente, una voz baja e insegura, hace acto de presencia. Él no escucha el llamado por sus propios gemidos de angustia y los pensamientos de terror en su cabeza. Aquella persona se acerca con pasos lentos y precavidos.

—Disculpa. ¿Estás bien? —insistió la voz y Gumball paró de forcejear, esta vez sí que lo había escuchado.

El extraño intentó quitarle la bolsa de la cabeza, pero se vio interrumpido por otra voz, esta vez de una chica.

—¡Alguien se está acercando! ¿Qué rayos esperas? —exclamó.

—¡Estaba a punto de quitarle la bolsa hasta que hablaste! —escuchó la respuesta de vuelta.

—¡Pues entonces deja de perder el tiempo y hazlo de una vez!

—¡Eso es lo que estoy tratando de hacer! —La voz del otro sujeto parecía a punto de perder los estribos.

—¡Pues deja de discutir conmigo y apresúrate!

Las nuevas oleadas de ruido lo ponían ansioso. No podía hablar, solo emitir ruidos. Quería suplicar que lo liberaran antes de que el grupo de Julius estuviera de vuelta.

Pareciera que hubieran leído su mente; ahora sus piernas eran levantadas del suelo.

—¡Rápido! Yo sus pies y tú encárgate del torso —ordenó la voz femenina.

Su cuerpo estaba siendo arrastrado fuera del sitio. Todo su ser se estaba agitando mientras era llevado por los desconocidos sin saber a dónde iría a parar.

—¡Ay no! ¡Ahora si escuchó a alguien viniendo detrás de nosotros! —destacó aquel chico con pánico.

Lo siguiente fue algo aún más confuso que lo anterior; sus piernas fueron dejadas nuevamente en el piso, sin embargo, no se movió, solo se quedó estático. Posterior a ello, recibió el empuje de dos palmas en su espalda y gracias al impulso terminó por recargarse en el cuerpo de alguien, al mismo tiempo, se quejó por aquella acción brusca debido al poco aire que apenas podía percibir. Una puerta se cerró y se formó un corto silencio.

—Eh... —balbuceó una voz baja.

—¡Shhh!

Las pisadas se acercaron a su posición. A pesar de estar completamente ciego y desentendido de lo que ocurría a su alrededor, Gumball guardó silencio esperando lo peor.

—¡Maldita sea, Scythe! ¡Ni siquiera el estúpido nudo pudiste hacer bien!

—¡¿Quieres dejar de gritarme por todo?!

El resto de la pelea verbal resultó incomprensible a oídos de la víctima. Solo podía seguir buscando aire con dificultad ante todo el agobio. Después de un rato, los sonidos del pasillo se escucharon distantes hasta desvanecerse y fue entonces cuando la dupla de desconocidos volvió a dialogar. Nuevamente, el de suéter beige no pudo entender con claridad.

Sentimiento inconclusoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora