Cuando te conocí

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Recorría el pasillo molesto, solo recordar todo lo que tenía que hacer para la clase de historia lo fatigaba sin haber hecho aún nada. «¿Para qué estudiar gente muerta y ruinas antiguas?», se preguntó mientras se encerraba en el mal humor del momento y, sin querer, chocó con una pila pequeña de libros en el piso.

—¿Quién rayos... —Se detuvo cuando vio a un chico de aspecto peculiar que se encontraba de cuclillas organizándose en su casillero hasta que alguien pateó sus libros.

El extraño solo le dedicó una mirada molesta y se dispuso a recoger sus cosas.

—Oh, lo siento, no vi que estaban allí —intentó disculparse ayudando a recoger un libro pesado de tapa verde.

—Déjalo —le dijo secamente.

Al verlo a los "ojos" pudo observar con detenimiento su rostro; su peinado parecía algo de estilo emo; su largo fleco cubría uno de sus ojos en la totalidad, y aquel orbe que lucía expuesto era de color lila, un color muy bonito.

—Solo estoy intentando ayudarte —expresó indignado. El castaño no cambio su expresión, solamente le arrebató el objeto—. ¿¡Cuál es tu problema!?

No le respondió, solamente metió sus cosas al casillero y abandonó el lugar.

—¡Está bien!, ¡cómo quieras! ¡Solo trataba de ser amable! —resopló y se dio media vuelta. Al haber cerrado los ojos durante unos segundos no se percató de la persona con la que chocó de frente.

—¡Oye, pero qué! —Su reclamo fue interrumpido y lo absorbió el vacío cuando vio de quien se trataba—. Sorpresa...

El de menor estatura arqueó una ceja, no parecía enojado, solo le miraba expectante, esperando algo.

—¡Ocho! ¿Qué tal? —respondió con falsa alegría. No le había visto desde ese incidente en el pasillo.

Él otro tardó en responder, algo que para Gumball fue como una eternidad.

—¿Ya no te duele? —preguntó analizando de pies a cabeza.

—No, claro que no, ja... —comentó rápido y golpeado.

El ambiente era sumamente incómodo, quería salir corriendo, y bien lo hubiera podido lograr de no ser porque visualizó a Reaper, quien lo miraba atentamente recargado en uno de los casilleros a cierta distancia.

—Me dijeron que me llevaste a la enfermería —afirmó forzando una sonrisa y omitió la parte de "me salvaste"—. ¡Gracias, viejo!

Nuevamente, al mirar a su alrededor, ahora podía ver a Rotten y Scythe en otro pasillo, acechándolo. Empezó a sentirse ansioso, tragó saliva comenzando a experimentar un nudo en el estómago. Ocho ni siquiera le respondía al momento y lo observaba demasiado. La situación parecía querer volverlo loco.

—¿Sabes Gumball? Tienes razón —dijo finalmente.

—¿Qué? —preguntó desorientado.

—Hay cosas que no puedes controlar.

—A-ah, ja, ja. Gracias al cielo que lo entendiste.

—Nos seguiremos encontrando en la escuela, tú lo has dicho.

—¡Claro, compañero! —soltó con nerviosismo al ver a Reaper separarse del casillero y empezar a caminar hacia donde se encontraban.

—Aunque, en ese momento, me di cuenta de algo...

—¿De qué sería? —interrumpió presuroso atendiendo en varias direcciones. El azabache se percató de dicha paranoia y miró también a los lados.

—¡Maldición, no puedo continuar dialogando de esta manera! —exclamó y se dirigió a Rotten y Scythe que venían en dupla.

Gumball quedó a merced del sujeto tatuado. Se paralizó al ver como se acercaba desafiante, no pudo mover ni un músculo cuando lo tomó de la camisa. Gritó y cerró los ojos esperando el impacto, aunque, este no se presentaría directamente en su cara, se sintió más en la parte baja de la espalda, sintiendo el duro y frio piso de mármol.

Al abrir los ojos visualizó al de tez pálida, ahora con rostro teñido a color escarlata, golpeando al más alto. A pesar de lo disparejo de la pelea, Ocho era ágil y certero. Sin saber cómo, el conflicto dio fin con aquellos sujetos problemáticos retirándose del sitio, soltando un montón de maldiciones y advertencias que no solo iban hacia el ganador del encuentro, también iban para el chico gato.

El de ojos oscuros estaba respirando agitado, tenía la cara roja y su ceño fruncido permanecía muy marcado. Se volteó a verlo, acercándose y, finalmente, parándose enfrente de él de manera intimidante.

—Levántate —ordenó.

Gumball se quedó quieto, su corazón quería salírsele del pecho.

—¡Que te levantes!

Obedeció y torpemente se puso frente a él como si se tratará del comandante.

—¿Qué estaba diciendo antes? —meditó, desvió la mirada unos segundos y volvió a fruncir el ceño al recordar como esos idiotas lo habían interrumpido después de tanta reflexión la noche pasada.

—Puedes mandármelo por mensaje cuando te acuerdes, o como gustes, claro —expresó intranquilo y miedoso.

El otro le dedicó un vistazo profundo que le hizo sentir escalofríos. Tal vez debía empezar a cerrar la boca en ciertos escenarios.

—Quiero otro.

—¿Disculpa? —preguntó por inercia.

—Otro beso.

Los ojos de Gumball se abrieron como platos. Era algo que no esperaba.

—¿Y bien?

Volvió en sí al escuchar aquello. No sabía que pensar en ese momento, lo que tenía que hacer estaba muy claro.

Sentimiento inconclusoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora