Pésima introducción

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Entró al baño con pasos pesados, nuevamente otro reporte.

Apoyó ambas manos a los lados del lavabo y se miró al espejo. Toda su cara estaba coloreada de intensa furia. Era la última advertencia para conservar su consola, pero ahora con ese maldito reporte su madre se encargaría de retirarla de su cuidado. Ocho no podía esperar para desquitar su furia contra el primer imbécil que le molestase.

Se aisló en sus pensamientos un momento y trató de respirar.

Escuchó algo, al inicio pensó que fue su imaginación, sin embargo, cuando paró de estar bufando lo contempló claramente. Sonidos húmedos comenzaban a hacer eco en las paredes. «¿Qué demonios?», se preguntó. Ahora, inconscientemente, su sentido auditivo se enfocó únicamente en el origen de aquello.

Suspiros.

Más sonidos extraños.

¿Qué diablos estaba ocurriendo?

Se giró a las cabinas de los baños conteniendo la respiración. ¿Acaso cada vez era más audible?

Dio pasos lentos hacia el lugar de donde pensaba salían esos sonidos que no dejaban de producirse. Su búsqueda se paró en seco cuando estos dejaron de oírse por un momento y un "shh" resonó levemente en la atmósfera. Fueron segundos eternos de silencio en que todo parecía quieto. Sentía que en cualquier momento alguien aparecería por esa puerta.

Ocho no era de sentir miedo, no. Pero había otro tipo de sentimiento que lo alentaba a salir corriendo del sitio.

—¿Quién diablos está allí? —preguntó.

No hubo respuesta. Quizá era su oportunidad.

—¡Pregunté que quién está adentro! —Su cara nuevamente se volvió carmesí. Por su tono de piel era muy fácil reflejar ciertas emociones.

No volvió a tener respuesta, optó por abrir la puerta pensando en que esta se hallaría cerrada (por obvias razones), para sorpresa inmensa no lo estaba, lo cual le permitió al azabache albergar un sentimiento nuevo y extraño parecido a la incomodidad. Se hallaba sumamente confundido con lo que encontró y hasta la sangre abandonó su rostro, poniéndolo pálido y desconcertado.

—¡O-oye! —reclamó el chico de hebras celestes muy agitado y sonrojado.

No reaccionó, como si se le estuviera reiniciando el sistema operativo.

—Yo mejor me voy... —habló el chico que se encontraba encerrado con Gumball. Pasó por enfrente del azabache que parecía paralizado.

—¿Ocho? —preguntó cuando ambos estuvieron completamente solos.

Ante la mención de su nombre pareció reaccionar. No obstante, no mencionó ni una palabra; azotó la puerta del cubículo y se fue.

Sentimiento inconclusoWhere stories live. Discover now