Agridulce

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El único ruido que perduraba en la atmósfera era el del tacón, que poco a poco se fue haciendo menos audible, indicando la lejanía del mayor. No podía apartar la mirada de la dirección en la que eventualmente desaparecieron Julius y el director Brown. ¿Cuál era el significado de aquello? ¿Cuáles eran las consecuencias y cómo le afectaría en el futuro? Empezaba a percibir la pesadez acumulándose en el estómago.

Una mano atrevida rodeó su cintura y lo hizo salir de la angustia, se volvió hacia el dueño y le dedicó una mirada suplicante. Era una de esas ocasiones en las que quería vaciar su mente, solo deseaba que todos los pensamientos, fueran buenos o malos, se esfumaran un rato.

La expresión ajena no indicaba alguna emoción en particular, pero sabía perfectamente cuál era la siguiente movida. Como acto premeditado, Gumball tomó los hombros de su compañero y lo atrajo a él. De igual manera, las palmas contrarias se situaron sobre la tela del suéter a cada lado de su cintura y lo sostuvieron con la firmeza que necesitaba. Los brazos del azulado rápidamente tomaron posición rodeando el cuello del otro, haciendo que sus antebrazos se cruzaran; la yema de los dedos rozaba delicadamente en el área de los omoplatos.

No tardó en perderse en aquellos besos desesperados. Instó a subir el nivel, aprisionando los labios a su merced con sus dientes, sin ser brusco y raramente cuidadoso para después soltarlo y lamer en los bordes. Ocho todavía no podía seguirle el ritmo —como la mayoría, en ese aspecto—, incluso lo había tomado desprevenido y terminó por abrir los ojos. Aquellos segundos de distracción causaron un gruñido de disgusto en el chico gato. Trató de reincorporarse a la situación con el tacto clásico e intentó replicar la misma acción teniendo éxito al saber devolver el gesto. Gustosos en su momento, solamente el celeste no prestó atención al ruido de tacones aproximándose a su posición, fue hasta que el carraspeo brusco del director rompió la atmósfera. Se separó de su compañero y con un sentimiento de extraña vergüenza miró al mayor a la distancia.

—¡Ya no son horas de permanecer en la institución! ¡Largo, Watterson y novio! —exclamó. Antes de regresar por donde vino, añadió—: ¡Y mañana quiero verlos temprano en mi oficina!

Gumball se quedó pensando en qué fue todo eso y el porqué su calzado emitía ese sonido particular, mirando sus pies hasta perderlo. Por otra parte, Ocho se quedó pensando en esa forma de nombrarlo.

Solamente en ese encuentro, el azabache se quedó ahí parado durante más tiempo, hasta quedarse solo. Por lo regular, era quien primero abandonaba el sitio.

×

Al día siguiente el de hebras azules iba tranquilamente hacia el despacho de la autoridad de la escuela. Al entrar se percató de que dos presentes le reprochaban con la mirada y lo observaban atentamente hasta llegar a la silla.

—Creí haber dicho ayer que quería verlos temprano —recalcó y entornó la mirada—, en mi oficina.

—Nunca especificó que tan temprano —respondió despreocupadamente—. ¿Temprano como a la hora del desayuno? ¿O temprano como en el almuerzo? —se excusó.

Brown suspiró pesadamente y se dirigió a ambos.

—Como persona que está al mando de esta institución, es mi deber mantener las cosas en orden...

Gumball se perdió en el prólogo. Lo primero bastó para ponerlo a pensar en que en realidad era un pésimo director, pero se le apreciaba de cierto modo. No obstante, fue inevitable no ponerse a recordar algunas de las situaciones de su colegio anterior.

—Por lo tanto, es necesario comunicarles a ambos que he tomado cartas en el asunto. —Ocho, a diferencia de su compañero prestaba más atención. Sin embargo, no evitó observarlo para darse cuenta de que no paraba de asentir y poner una mirada seria que claramente decía: «Asiente para que no se dé cuenta de que no estás escuchando»—. Con lo cual les hago saber que el grupo de detención está sobre advertencia. No se va a tolerar ninguna clase de discriminación o abuso. Mucho menos voy a permitir que se agreda al cuerpo estudiantil. Lo que me lleva a lo siguiente... —Se inclinó ligeramente hacia adelante, apoyando su peso en el escritorio por medio de sus antebrazos. Aquella acción hizo que el de cabellos azules volviera a prestar atención —. Harry Tootmorsel. Reconozco tu valentía al defender a Watterson, pero, como dije anteriormente, no voy a permitir ninguna agresión, así sea hacia los estudiantes más conflictivos. Voy a hacer una excepción con lo que pasó antes, pero a partir de ahora, nada de golpear a otros.

Sentimiento inconclusoWhere stories live. Discover now