Mientras sigo aquí

Escribir es un impulso, casi una compulsión. Es la manera menos enrevesada en la que puedo decirlo. No sé cómo se sentirá para los demás, pero si tuviera que hallar una forma de describirlo, sería... una voz que no terminas de entender y solo puedes callarla cuando una letra a la vez la pones en palabras. Y de pronto tienes imágenes o emociones en la cabeza, que te acechan hasta que te sientas frente al teclado y las traes a la vida. Un chico que se asemeja más a un tifón que a un humano. Un hombre que le escribe cartas a su pasado para tratar de comprenderlo. Un dios que se sacrifica por la persona que ama. Dos amantes que se encuentran contra cualquier pronóstico mientras la vida se siente mal.  

No obstante, hay ocasiones en la que es imposible decirlo todo. Cuando eres tú, y no las creaciones de tu cabeza, quien se encuentra con los huracanes. El que debe escribir para tratar de comprender, hallar motivos si la vida se siente mal. Porque estas emociones que no sacas entorpecen todas las demás que tratas de pintar, y es momento de liberarlas de algún modo. A veces, como se me ha hecho costumbre, puedes camuflarlas entre las páginas de una novela y darles distancia para que no se sientan muy personales; otros nombres, contextos y así te sacas la espina. Sin embargo, hay ocasiones en las que no es tan sencillo.  

Aquí tengo libertad de hacer lo que se me da la gana; de mis personajes, sin duda, soy yo el narrador más sospechoso. Pero, como ellos, no trato de ser objetivo. Solo trato de ser. Aquí encontrarás relatos cortos que no encajan en ningún otro lugar, cartas que nunca se enviaron, cuentos de inicio y fin. Algunas veces tan lejanos a mí que no los reconozco, aunque también, en otras, emocionalmente biográficos de un modo u otro. Si no te importa está bien; esta es solo mi manera de ordenar las cosas que me callo de la boca para afuera, pero me hacen mucho ruido en la cabeza. Las páginas que escribo mientras sigo aquí.