Demonios de la perversidad

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Día, noche, soy incapaz de distinguirlas.
Entre las sombras se difuminan sus distancias.
Más luz, qué importa, la oscuridad no transmuta;
O soy yo el que no cambia, el que se paraliza.
Nadar entre abismos ahora es costumbre,
Igual que imaginar que no hablo solo, siempre solo.
Oro, rezo, suplico que alguien me salve.
Salve, sane, sostenga; no me suprima y sepulte.
Desde hace tiempo no encuentro salida.
Engullido por pasillos y crepúsculos infinitos.
Las razones no las hallo, por más que las busco.
Ahora he perdido la capacidad de ver, de sentir.
Pesado, nunca pensé que el vacío se sintiera así.
Esperé ligereza de la ausencia, otra vez equivocado
Rápido se escurren las razones para aferrarme.
Virtuoso, dudo que nadie siga pensando eso de mí,
Eso fue en pasado, algún recuerdo borroso.
Raudo el descenso de un nacido para ser todo, en nada.
¿Sofisticado o santo? Sucio, sombrío, suicida.
Imágenes de lo ya no es. Lo que fue, lo que soy.
Desilusión al mirarme al espejo, no me reconozco.
A lo que fue una mirada viva, nada de eso le sobra.
Despedirse es complicado, que fácil es dejarse ir.

Mientras sigo aquíWhere stories live. Discover now