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Pasaron los días con normalidad en el bufete, Amelia estaba desempeñando correctamente su trabajo bajo la atenta mirada de Mateo que no terminaba de convencerse del cambio de la ladrona.

Mientras en la otra oficina se encontraba Luisita, que de vez en cuando miraba a la morena disimuladamente pero cuando ésta se encontraba de cara con la mujer de  los ojos color miel, volvía de nuevo la atención a su trabajo.

Suena el teléfono y Luisita pega un salto volviendo a la realidad.

  - ¡Buenos días mi amor! Suena al otro lado del aparato.

  - Buenos días Sebastián.

  - Quería proponerte salir a almorzar en tu sitio preferido.

  - Sebastián tengo mucho trabajo y no sé si me va a dar tiempo de salir a comer.

  - Amor, sólo un ratito para verte y comentarte cositas de la boda.

En ese momento Amelia entraba con papeles en la mano y escuchó un poquito de la conversación pero se quedó parada de frente cuando salió de la boca de la abogada el nombre de Sebastián y entendió que la estaban invitando a salir.

  - Sebastián está bien, tardo un ratito de explicarle algunas cosas a la nueva mensajera, termino algunos pendientes que tengo aquí y salimos a comer, ¿ Te parece bien a las 3 ?

Se hizo un momento el silencio al otro lado del teléfono quedando el prometido de Luisita un poco desconcertado con el nuevo fichaje.

  - Me parece perfecto, a esa hora nos vemos.

  - Perdona Amelia, ¿Necesitas algo?

  - Lo siento si le interrumpí la conversación con su novio pero ya tengo preparado estos informes para llevarlos a la corte.

Luisita observó los documentos que la morena le entregó mientras caminaba por la oficina y en un torpe tropiezo, se les cayó al suelo.

Ambas fueron a recogerlos y sin darse cuenta estaban totalmente pegadas, mirándose a los ojos e indudablemente se miraron a  los labios. Como en un acto reflejo y como si se hubieran quemado, se levantaron rápidamente y con los nervios en el cuerpo se separaron cada una por un lado de la oficina, Luisita abanicandose con los papeles y Amelia con una sonrisa pícara.

  - Ejem, está todo correcto Amelia, puedes llevártelos a la corte y cuando termines puedes irte a casa.

  - De acuerdo Licenciada, que tenga usted buena tarde.

Amelia salió de la oficina con su mochila en mano y mientras Luisita la miraba irse...

  - ¡ Ay Luisita qué te está pasando ! - Se decía para sus adentros.

Era la hora de almorzar, cuando Luisita llegó al sitio que había quedado con Sebastián y con muy pocas ganas se acercó a la mesa que estaba sentado.

  - Mi amor que bueno que ya llegaste porque estaba deseoso de verte. - Decía Sebastián con una cara tan falsa  de enamorado que justo en ese momento Luisita quería vomitar encima.

  - Hola Sebastián. - Respondía ella muy seca ante esa escena tan teatrera.

  - ¿Qué quieres tomar, tu vino favorito? - Luisita asintió.

  - Oye tú, pon aquí un Lambrusco. - Llamaba Sebastián al camarero con autoridad. - El chico le miró con ganas de tirarle el vino encima por la altanería con la que lo trató.

  - Sebastián, ¿Puedes ser un poquito más agradable y no tratar así a la gente?

  - Ay Luisita es un puto camarero que no tiene ni idea de cómo coger una bandeja, tiene la sangre más espesa que un tarro de miel caducado.

Lo que en ti veoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora