14

726 82 174
                                    

Luego de esa primera vez juntas y haber conocido el paraíso, se despertaron en el sofá totalmente pegadas, tanto que no existía aire entre ellas.
Dándole besos en la frente y con miradas cómplices, Luisita habló.

  - ¿En qué piensas?

  - ¿En qué pienso? - Le preguntó con una sonrisa en la cara.

  - Pues que soy la mujer más afortunada del mundo.

  - Te juro que por este momento ha valido la pena todo lo que he vivido en la cárcel y lo que venga de ahora en adelante. Me importas mucho Luisita. - Dijo haciéndole caricias en su espalda.

  - ¿Te arrepientes? - Preguntó un poco nerviosa por saber la contestación de la abogada.

  - Pero ni por un segundo no, al contrario, no puedo sentirme más dichosa, te lo juro. - Contestó Luisita con una sonrisa y la cara pegada a su pecho.

  - Ay Amelia no sé qué va a pasar con nosotras.

  - Shhh, eso no importa ahora. - Dijo para que estuviera tranquila.

  - ¿Sabes qué? Yo quiero arriesgarme a vivir esto contigo, arriesgarme a ser lo que quiero, lo que siento sin importarme lo que esperen, lo que quieren de mí. - Le decía totalmente sincera Luisita.

  - Ser totalmente libre.

  - Como tú.

Amelia la miraba con tristeza porque sabía que en realidad vivía en una mentira.

  - ¿Sabes? Desde el tiempo que llevas aquí trabajando, yo he aprendido muchas cosas de ti.

  - No digas tantas cosas bonitas porque voy a empezar a creerlas. - Reían cómplices.

  - Pues créelo porque son ciertas.

  - Ay ¡oye me muero de hambre!

  - ¿Si? Grrr

  - Pidamos algo de comer. - Le decía besándola.

  - ¿Y por qué no vamos a mi apartamento y cocinamos algo rico para comer?

  - Ah bueno, eso suena mejor, mucho mejor.

De nuevo se besaron con tanta pasión y ternura que jamás creían que llegaría el momento en el que sus bocas y sus pieles tuvieran dueña.
Llegaron a casa de Luisita entre besos y caricias y rondando por toda la casa y se pararon en la cocina.

  - Estoy muy feliz hoy Luisita, jamás imaginé sentir lo que siento y eso es gracias a ti.

  - Yo también soy muy feliz Amelia, nadie en tan poco tiempo me había hecho sentir esto que siento.
Se miraron a los ojos con ternura y es ahí donde encontraban el amor que tanto necesitaban.

Ya sentadas en la mesita pequeña de la sala, con cojines por el suelo y las piernas cruzadas, empezaron una cena maravillosa a base de un poquito de queso, jamón, dos copas de vino y un par de velas que daba un toque romántico a la velada.

  - Oye Luisita, ¿Y cómo te diste cuenta de que estabas enamorada de mi?

  - ¿Que yo estoy enamorada de ti? Eso no es cierto. - Le contestó para picarla.

  - Sí, no te hagas la desentendida. - Decía haciéndole cosquillas.

  - Vale vale para, no puedo aguantarlo.

  - Tú tuviste la culpa Amelia, cada ratito que pasaba contigo, las conversaciones que teníamos y la sonrisa que me sacabas día a día, hizo que poco a poco no pudiera pasar un día sin tí.
Entraste en mi vida y me desordenaste todo hasta el punto de no querer casarme. - Amelia retiró la mirada pensando en que pasaría en los próximos días.

Lo que en ti veoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora