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Cuando salieron de la piscina, se regresaron de nuevo dentro de la casa a tomar algo de comida para reponer las fuerzas que habían gastado en el partido de waterpolo mientras que las hermanas preparaban algunos sandwiches, el dúo de detective y ladrona se encontraban teniendo una conversación acerca del robo de la subasta que fue lo que en un principio hizo que se conocieran.

  - Amelia tengo que confesarte que ahora que te estoy conociendo un poco más, no creo que tuvieras algo que ver con el robo que afectó a los padres de  Luisita. - Rompió el silencio el detective.

  - Nacho, yo sé que fue sospechoso que me vieras la noche de la subasta y luego trabajando en el bufete de Luisita, pero créeme que sólo me estaba buscando la forma de salir adelante y en mi caso, después de todo lo que pasó en la cárcel, lo tengo muy difícil y ella me dió la oportunidad. - Amelia le confesó en parte su verdad porque quería cambiar de vida pero antes debía de seguir robando para pagar la deuda que tenía por el tratamiento de su madre.

Mientras que le explicaba Amelia, se acercó a la vitrina del bar que se encontraba en la cocina para hacer más amena la conversación y cuando abrió las puertas de la misma, tanto el detective como ella, se llevaron una sorpresa que no se esperaban al encontrarse de frente con una caja fuerte. Ambos se miraron con sospecha y sin hacer movimiento alguno, la morena rompió el silencio.

  - Tampoco es un problema para una ex convicta encontrarse con una caja fuerte ¿no? - Le respondió mirando a Nacho que hizo rodar los ojos y ladear la sonrisa en modo de desconfianza.

  - Sólo a nuestro padre se le ocurre poner una caja fuerte en la cocina. - Contestó Luisita para allanar el terreno.

En ese momento sonó el teléfono de Amelia y se disculpó para recibir la llamada y contestar más tranquila.

  - Con permiso, voy a contestar un segundo y vuelvo. - Se excusó la morena.

El detective aunque estaba poniendo de su parte, no podía de dejar de desconfiar de ella.

  - Dime Marina, ¿Qué pasó ahora? - Contestó Amelia fuera del alcance de la compañía que se encontraba.

  - Diabla, ¿Dónde te metiste? El Hierro quiere que nos juntemos mañana para una nueva vuelta.

  - Marina yo estoy fuera de la ciudad con Luisita, no puedo irme ahora.

  - Diabla sabes cómo se pone el Hierro cuando no estás aquí.

  - Me importa muy poco lo que diga, llegaré cuando pueda y prepararemos todo.

  - El robo es el domingo y ya está todo preparado sólo faltas tú para ultimar y planificar algunos detalles. Amiga piensa que cada vez te queda menos para pagar esa deuda que tienes con el Hierro por el tratamiento de tu mamá.

  - Marina, si supieras cuánto odio está mugrosa vida que no me deja ser feliz... Cuento los días para pagar esa maldita deuda que no me deja vivir. - Contestaba Amelia con lágrimas en los ojos.

  - Créeme que te entiendo y ojalá podamos salir algún día de esto porque yo también estoy harta pero no podemos fallar si queremos cambiar de vida para tener el futuro que nunca hemos tenido.

  - Y así va a ser, no sé cuando lo conseguiremos pero te juro que voy a luchar todos los días por eso.

  - Y yo voy a estar siempre contigo para hacerlo realidad. Cuidate mucho Diabla, nos vemos a la vuelta.

  - No te preocupes Marina que voy a llegar a tiempo y te prometo que voy a cuidarme como siempre lo he hecho.

Después de la conversación que tuvo con Marina, Amelia regresó de nuevo a la casa donde se encontraban todos y como si nada hubiera pasado se acercó a Luisita y la abrazó por la espalda porque sólo al tener el contacto suyo se le olvidaban todos los problemas que tenía en su oscura vida de la que ya se encontraba casi al límite de contarle toda la verdad a la abogada. Pero por el miedo a perderla no se atrevía aunque se diera cuenta que esa mentira hacía temblar su relación pero confiaba que su amor fuera más grande y la rubia entendiera las razones por lo que lo hizo, sólo esperaba encontrar el momento perfecto para que así fuera.
La rubia al sentir su calor que tanto le gustaba, se dió la media vuelta para mirarla a los ojos y abrazarla como si fuera el último refugio en el que se sentía segura.

Lo que en ti veoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora