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Ambas entraban de nuevo a la casa de Amelia mientras ésta soltaba encima de la mesa sus llaves y unos papeles que llevaba. Estaba dolida por todo el comportamiento de la abogada que ya consideraba su amiga pero desde el fondo de su corazón se alegró de que fuera a buscarla aunque no lo admitiera en su cara.

- Aquí tiene su vaso de agua y ahora explíqueme qué hace aquí porque no tengo mucho tiempo. - Le contestó lo más distante posible pero en su interior le temblaban las piernas por encontrarse bajo el mismo techo.

- Amelia tengo una noticia que darte y te puede alegrar muchísimo.

- No me interesa lo que tenga que decirme, ya fue lo suficientemente clara conmigo esta mañana.

- Amelia perdón, me equivoqué, no te di la oportunidad de explicarme pero podemos solucionarlo si me escuchas, por favor.

- Mire Luisita, tuve un día muy pesado y no tengo ganas de discutir con usted así que por favor le pido que se vaya por donde vino. - Le pidió juntando sus manos y un poco altanera por estar perdiendo la paciencia.

- Amelia, el cheque apareció. - Soltó la rubia desesperada porque veía que Amelia no la escuchaba.

- ¿Y qué? - Rebatió Amelia con chulería para que la abogada no notara su alegría.

- ¿Cómo que y qué? ¿No te alegra?

- Le dije varias veces que yo no lo había robado, le juré por nuestra amistad que yo no lo tenía, me sinceré frente a sus ojos para que viera mi verdad y usted lo que hizo fue echarme de su oficina. ¿ Cómo cree que todavía me siento por eso? - Le gritaba Amelia en su cara y con los ojos llorosos.

- Perdón Amelia, tienes razón pero ante toda la evidencia...

- ¿Cuál evidencia por favor? - Gritó Amelia enfadada.

- Que estuve en la cárcel, que fui una ladrona toda mi vida, ¿Cuál evidencia?

- Lo siento de corazón, de verdad. - Decía Luisita con lágrimas en los ojos.

- Mire abogada. - Contestaba Amelia con distancia. - Si usted se siente más feliz conque yo la perdone, está bien la perdono y ahora puede irse tranquila a vivir su vida de niña rica.

Luisita se secó las lágrimas con rabia y le contestó gritando.

- Me parece mentira lo egocéntrica que eres, vas de chula por la vida haciendo creer que eres dura y no te importa nada pero en realidad eres más débil de lo que imaginas. - Le echaba en cara la abogada.

- Mire Licenciada, tengo prisa y me voy a bañar así que allá usted si se queda. - Amelia ya se estaba quitando los primeros botones de su camisa con la atenta mirada de Luisita.

- Para, para, para, está bien ¿Qué estás haciendo? - Le preguntaba Luisita nerviosa ante la imagen semi desnuda de la morena.

- Le dije que me iba a bañar y no quiero seguir perdiendo el tiempo hablando con usted. - Amelia daba vueltas por la sala intentando ignorar a la abogada.

- He estado dos horas esperándote ahí fuera que casi me atracan unos delincuentes y yo muerta de miedo, ¿Y tú solo piensas en bañarte?

- Nadie dijo que lo hiciera, no tendría muy tranquila su conciencia para venir hasta aqui. - Discutían mientras llegaban a la habitación.

- Nadie nunca antes me había hablado con tanto despotismo y altanería.

- Tampoco nadie me había hecho sentir tan miserable como usted lo hizo.

- ¿Y tú por qué eres tan cabezota,no aceptas mis disculpas y vuelves a trabajar?

- Estaría yo loca de volver a trabajar con usted.

Lo que en ti veoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora