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Tenían que recuperar el tiempo perdido y ahora que se estaban confesando a solas sus sentimientos no había lugar a dudas de que se habían echado de menos y sus cuerpos ardían en calor por la cercanía.
Minutos antes de que llegara la abogada junto a ella, Amelia había preparado toda la habitación del hotel con velas aromáticas para una noche perfecta en la que las dos se sintieran en un ambiente cálido y placentero y pudiera demostrarle a la rubia todo lo que sentía por ella, que el tiempo separadas había seguido intacto porque su corazón tenía dueña y ahora que la tenía en sus brazos iba a cuidarla como la primera vez.

La agarraba lentamente con sus manos desde su cálida cintura haciendo estremecer su piel con cada toque que recorría su rosado cuerpo llegando hasta su cuello para besarlo con ganas, para probar ese sabor al que era adicta y le hacía perder la razón acercándose a su boca para encontrar el oxígeno que le faltaba mientras ellas se encontraban desnudas en una cama en la que las sábanas tenían impregnadas el sudor de sus cuerpos y el olor a placer y desenfreno. En ese momento no existía nadie más que ellas en esa habitación de hotel en la que se estaban regalando todo el tiempo que habían estado separadas, cada caricia, cada beso que habían estado guardando para el día que volvieran a encontrarse y ahora no querían salir de esa burbuja que sólo explotaba con el sonido de sus gemidos.

La morena fue la primera que sentó a la rubia sobre sus piernas para tenerla más pegada a su cuerpo que se encontraba sudado por el calor que sentía al tenerla cerca cuando en un suave movimiento Luisita con la punta de su lenga recorría el pezón de Amelia metiéndolo en su boca para disfrutar esa parte de la morena que tanto le encantaba y recordaba sólo suyo masajeandolo con las manos como si estuviera jugando en el barro y fuera la cena perfecta imposible de acabar.

  - Tenía muchas ganas de tenerte así, pegadita a mí. - Susurró Amelia a centímetros de su boca con una voz ronca que hipnotizaba.

  - Siempre he sido tuya Amelia, en cuerpo y alma, en recuerdo y pensamiento, siempre te tenía a mi lado. - Respondió Luisita mirándola a los ojos para que no dudara de sus palabras.

  - Luisita...dijiste que me querías y estabas enamorada de mí... - Amelia agachaba la mirada a su cuerpo desnudo con timidez. - ¿Sigue siendo así? - Preguntó Amelia con miedo de que el amor que había sentido desde el principio se hubiera acabado.

Luisita apartó un poco su cara esquivandole los ojos a la morena para contestarle. - Es verdad que ha cambiado un poco, no lo niego, pero es que no puedo Amelia... - La rubia parecía segura en sus palabras haciendo poner más nerviosa a la morena de ojos miel.

  - ¿No puedes...? - Preguntó con los ojos brillantes.

  - No puedo vivir sin tí Amelia. - En ese momento la morena se derritió con sus palabras. - Y es verdad que no te quiero..., es verdad porque cuando tú quieres a una persona sólo parece que es conseguir un premio...y no, yo a tí te amo, con todas las fuerzas de mi corazón y con todo mi ser, te amo Amelia porque amar es cuidarse día a día, compartir tus sueños, tus logros y tu futuro con alguien que siempre fue para tí. - Luisita la dejó sin palabras.

  - ¿Qué hice yo para merecer a alguien como tú, qué me tenía preparado el destino cuando te puso en mi camino, eh?

  - Ser simplemente tú, tú y sólo tú Amelia, tal cual eres, eso es lo que me enamoró de ti. - Luisita agarraba su cara para besarla con ternura, en un beso lento y lleno de amor y verdad.

  - Te amo amor. - Contestó Luisita besando la comisura de sus labios.

  - Yo te amo más a tí cariño mío. - Le contestó Amelia atrapando sus labios cayéndole una lágrima en medio de la sonrisa que tenía de felicidad.

Lo que en ti veoWhere stories live. Discover now