Capítulo 5.

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Era la última semana de clases para terminar segundo semestre.

Todos estaban ansiosos de que llegara la maestra de química para entregarnos la calificación del último examen que hicimos, y por fin poder decirle adiós a aquella clase infernal.

Por mi parte, no estaban tan segura de poder librarme de los compuestos químicos. Aunque en todas las materias obtuve notas aprobatorias, química era la única que seguía angustiándome.

Cuando la maestra entró al salón, luciendo un vestido rosa demasiado entallado, todos mis compañeros guardaron silencio para poder apreciar sus curvas falsas.

Sobre el escritorio dejó sus pertenencias y comenzó a caminar de un lado al otro del aula.

—Estoy realmente decepcionada —dijo cruzando sus manos por detrás de su cuerpo—. En clases pregunté si tenían alguna duda, y todos respondieron que no, sin embargo, sus exámenes dicen lo contrario.

Se acercó al escritorio y de su portafolios extrajo una pila de exámenes junto con su lista de asistencia.

Se acercó a los pupitres y conforme entregaba la prueba, decía en voz alta la calificación que obtuvimos. Comenzó con Oswaldo, uno de los más inteligentes de la clase.

—Oswaldo Rossi tiene ocho.

Todos contuvimos una exhalación de sorpresa. Si él obtenía una nota como aquella, todos estábamos perdidos.

Continúo uno por uno, mencionando la desastrosa o bendita calificación. Se detuvo frente a Daniel y negó por lo bajo, con una expresión de decepción.

—Daniel Blair tiene nueve.

El chico sonrió con satisfacción, para luego mofarse de sus amigos no-tan brillantes. Aún no podía entender cómo alguien como él podía ser inteligente.

Mis amigas lucían una cara petulante, pues estaban seguras de su perfecta calificación. Cuando faltaban pocos compañeros para que la maestra llegara hasta nosotras, mis piernas comenzaron a temblar.

Necesitaba una calificación perfecta si quería aprobar la materia.

—Valeria Montgomery, tiene ocho punto cinco.

La sonrisa de mi amiga se convirtió en una mueca.

—Carmen Rosales, tiene nueve.

—¡¿Qué?! ¿Pero por qué?

La maestra, poniendo los ojos en blanco, se detuvo con ella para explicarle que su procedimiento había sido erróneo y el resultado estaba equivocado por casi mil unidades.

—Marcela Rivas, tiene... —leyó dos veces el examen—, tiene diez.

Mi corazón comenzó a latir con demasiada velocidad cuando todos en el salón me dedicaron una mirada de sorpresa.

El alboroto no tardó en aparecer, con todos hablando sobre lo extraño que era que yo obtuviera mejor calificación que la mitad del salón. La mayoría conocía mi desastroso promedio.

—Silencio, por favor —exigió la maestra—. En realidad, la señorita Rivas obtuvo un doce, pues también respondió las preguntas extras.

Me hice pequeña sobre mi pupitre, intentando ignorar las palabras de mis compañeros. Algunos felicitándome y algunos otros, como Víctor, diciendo que era una vil injusticia.

El caos aún continuaba cuando Carmen se acercó a mí.

—¿Cómo lo hiciste? —preguntó realmente sorprendida—. Tú nunca has sido...

Gritos de soledad [.5]Where stories live. Discover now