Capítulo 20.

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Estrujé su mano con dulzura y ella devolvió el gesto sin dudarlo. 

A pesar de que Carmen fuera mi mejor amiga, no tenía el valor para contarle lo que sucedía en mi vida, ni siquiera después de haber sufrido la pérdida de Valeria, nuestra otra mejor amiga, y ambas haber jurado que nos apoyaríamos en todo. Lo cual era cierto, si le decía lo que ocurría con mis padres, mis hermanos y mis extraños pensamientos, ella me apoyaría de la manera que pudiera. 

Sin embargo, no quería decirle. No me gustaba la idea de agobiar a las demás personas con mis problemas. 

Giró sobre su cuerpo, haciendo que el colchón se hundiera bajo su peso, y me miró con calidez. 

—Has estado extraña —dijo preocupada—. ¿Qué es lo que ocurre?

Le devolví la intensidad de la mirada y sonreí. 

—Extraño a Alan. 

—¡¿Qué?! —preguntó exaltada. 

Se levantó sobre uno de sus codos, expectante a una respuesta coherente de mi parte. 

—Sólo bromeo —reí por lo bajo—. No me ocurre nada. 

—Marcela, sé cuando me estás mintiendo —acusó—. Quiero la verdad. Ahora. 

Aumenté la fuerza con la que apretaba su mano, y me dediqué a observar el techo, indecisa entre sincerarme con ella o volver a mentir. 

No estaba lista. 

—Es sobre mis padres, ellos... han estado discutiendo constantemente, y eso afecta a mis hermanos. 

Dio otro giro sobre su cuerpo, aquella vez soltó mi mano para terminar encima de mí. Con su trasero al aire y sus pechos hundidos sobre mi estómago. Recargó la cabeza sobre mi clavícula y me envolvió en un abrazo.

—La mayoría del tiempo los padres son unos idiotas —dijo molesta—. Un buen ejemplo de ello, son los míos. 

—¿Ahora qué ocurrió? 

—Lo mismo de siempre —respondió encogiéndose de hombros sobre mí—. Pelean por la universidad a la que asistiré. Si tan sólo supieran que no quiero ir a ninguna de las dos por las que riñen.

—¿Y no has pensado en decírselos? 

—¡Por supuesto! Pero nunca me escuchan. 

Movió su cabeza con frenesí, lanzando oleadas de cosquillas por toda mi columna vertebral. 

—¿Aún quieres ir a Ponan Mills? —asintió—. ¿No será porque Daniel Blair irá a esa universidad?

Se levantó apenas unos centímetros, encajando su codo en mis costillas.

—Fue pura coincidencia que ese bombón quisiera ir a la misma universidad que yo.

—Ajá —me limité a responder.

Sus ojos se abrieron tan grandes como dos platos, y un brillo de maldad los vistió. Mordió su labio con sensualidad y dejó escapar una tonta risita. 

—¡Ve conmigo a la universidad! 

 Reí, realmente divertida. 

—Mis padres no pueden costear una universidad como aquélla. 

—¡Oh, vamos! Puedes conseguir una beca completa.

—Bromeas, ¿cierto? —pregunté cansada—. Son miles los estudiantes que compiten por una beca así, no tendría oportunidades.

Gritos de soledad [.5]Where stories live. Discover now