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PRIMERA PARTE

LA CHISPA

El frío invernal me recorre los huesos, recordándome que estoy viva. Mis músculos ruegan que me mueva al hacerme temblar, pero estoy reacia en permanecer aquí, en la seguridad del bosque. El sol ha comenzado a salir, obligándome a enfrentar este día que he estado temiendo por meses: Hoy inicia la Gira de la Victoria. Pronto llegarán a mi nuevo hogar los camarógrafos, estilistas e incluso Effie. Hoy soy nuevamente propiedad del Capitolio, viéndome obligada a recorrer los distritos de uno en uno para recordarles a las familias de los tributos muertos que soy yo la razón por la que sus hijos e hijas ya no están.

Me levanto, intentando de una en una que mis extremidades despierten nuevamente. Mi única motivación para sobrevivir el día es Cinna, pues aunque hemos estado hablando seguido por el teléfono instalado en mi casa, nada se compara con verlo en persona.

Luego de tener control suficiente sobre mi cuerpo, me dedico a recoger la presa de las trampas. Hoy no he intentado cazar, el venir aquí no fue más que un intento de escapar de este día, al menos por algunas horas. Sin embargo, la familia de Gale aún depende del bosque, y como yo ya no debo ir a la escuela ni mantener a la mía con vida, me ofrecí ayudar. Él y yo ya no hablamos mucho, pues al haber cumplido dieciocho, debe trabajar en las minas.

Quisiera poder decir que esa es la única razón, pero no es así. Al principio, cuando volví de la arena, Gale y yo nos reuníamos todos los domingos para cazar. Intentábamos tener las mismas conversaciones que teníamos antes: sobre la presa, sobre nuestras familias, sobre nuestro día; pero el ambiente entre nosotros se había tornado incómodo, diferente. Gale comenzó a no presentarse en nuestro punto habitual, usando excusas mal elaboradas, y nos veíamos cada vez menos. Todo se rompió un domingo, luego de dos semanas sin vernos, en el que por fin me confesó que su actitud se debía a lo que había sucedido en la arena con Peeta.

Peeta, la razón por la cual no he perdido la cabeza. Cuando Gale me excluyó por completo, fue la amistad de Peeta lo que me salvó de perderme a mí misma, y eventualmente, su amor también. Nos hicimos compañía cuando más lo necesitábamos, y aunque la idea de dejarlo entrar en mi corazón me aterraba, temiendo que mi amor por él acabara destruyéndolo, cedí.

Ahora, aunque aún atormentados por las pesadillas y los recuerdos, nos ayudamos a olvidar e intentamos seguir adelante. La indiferencia de Gale fue exactamente lo que me hacía falta para darme cuenta de que debía permitirme ver a Peeta como algo más. Que lo que necesito para sobrevivir no es el fuego, encendido por la rabia y el odio, pues de ese ya tengo bastante. Lo que verdaderamente necesito es a mi diente de león, la promesa de que la vida puede continuar, que puede ser buena de nuevo.

No he visto a Gale desde ese último día. Aún me duele su enojo, pues gracias a ello perdí a mi mejor amigo. ¿Cómo esperaba más de mí si nunca expresó sus sentimientos? Simplemente me cerró las puertas a su vida, creyendo tener algún derecho sobre mí. Ahora evito ir al bosque los domingos, pues es el único día en el que puede ir a cazar, y en cambio ayudo a Peeta en la panadería.

Al terminar el trayecto de trampas, me dirijo a la cerca que, como siempre, se encuentra apagada. Hago una parada por mi antigua casa en la Veta, en dónde me cambio la cazadora de mi padre y las cómodas botas por un ostentoso abrigo de invierno y unos zapatos incómodos, que mi madre insiste son para la gente de "mi status". Debo admitir que aunque estoy extremadamente feliz de que mi familia tenga un hogar digno y cómodo en el que vivir, extraño este lugar que me vio nacer y crecer, en el que vivió mi padre. Es difícil dejarlo ir tan fácilmente. Aunque hermosa, la nueva casa no es más que un recordatorio de que el Capitolio me tiene en la palma de su mano, y no hay nada que pueda hacer al respecto.

Una historia diferente | En llamasWhere stories live. Discover now